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Viajes

Peregrinos, vino e historia en un viaje de otoño al Bierzo

El Valle del Silencio y Peñalba de Santiago, destinos perfectos para completar una escapada a la comarca vinícola leonesa

El recóndito Valle del Silencio debe su nombre a San Genadio. Este monje benedictino que vivió entre los siglos IX y X decidió renunciar al obispado de Astorga y retirarse a los montes que quedan al sureste de la comarca leonesa del Bierzo. Allí pasó sus últimos años en soledad. Pero al ermitaño le molestaba hasta el murmullo del agua. Un día, en un arranque de cólera porque el arroyo había perturbado su meditación, se levantó y le ordenó a gritos callar. Según la leyenda, lo consiguió.

Desde entonces, el silencio da nombre a este lugar donde, con permiso de San Genadio que ya tuvo su momento de gloria, el principal protagonista es el pueblo de Peñalba de Santiago, declarado Conjunto histórico artístico nacional y miembro del club de los "Más Bonitos de España". Méritos no le faltan, tanto por sus cuidadas calles y casas típicas de la zona (piedra y pizarra negra, con balconadas) como por la iglesia mozárabe de Santiago de Peñalba, único testigo que queda de la abundante arquitectura religiosa que hubo por esta zona siglos atrás obra de los muchos monjes que se retiraban a estos lares en busca de tranquilidad.

Entonces la bulliciosa Ponferrada estaba a varios días de distancia. En la actualidad, desplazarse de la capital del Bierzo a Peñalba es un cómodo viaje en coche de poco más de media hora durante el cual se debe admirar la exuberante naturaleza de la zona, otros bonitos pueblos de la comarca de Valdueza y disfrutar de las lomas preñadas de viñas y frutales.

Porque es el Bierzo una tierra muy productiva en la que crece la uva mencía, santo y seña de sus vinos, así como abundantes frutas y hortalizas. En Ponferrada se encuentra la capital administrativa, cuyo símbolo es la fortaleza templaria que corona la ciudad y junto a cuyos muros pasan a diario cientos de peregrinos en su ruta a Santiago.

Pero la parada que los tranquilos caminantes suelen preferir en su viaje está algo más al oeste, en la tranquila Villafranca del Bierzo, convertida en la capital vinícola de una comarca que logró su denominación de origen en 1989. Alrededor de la monumental y empedrada Villafranca se ubican algunas de las bodegas bercianas más famosas, muchas con venta al público y visitas guiadas durante todo el año. Entre ellas destaca la ubicada en el cercano Corullón, la de Descendientes de J. Palacios. La instalación ha sido diseñada por el arquitecto Rafael Moneo y de ella ha salido "La Faraona", el primer vino berciano en alcanzar los 100 puntos Parker recientemente.

Los peregrinos que llegan a Villafranca lo hacen por la zona alta, la del castillo (de propiedad privada), después de dejar atrás Cacabelos, y bajan a la plaza Mayor tras pasar por delante de unas cuantas casonas señoriales y palacios, una postal que también se repite a la salida, camino ya de la lucense Piedrafita de Cebrero.

La colegiata de Santa María y las iglesias de San Nicolás y Santiago, así como el monasterio de San Francisco de Asís dan fe de la importancia que la villa logró tener siglos atrás, cuyo desarrollo se asocia al Camino y a los monjes que llegaron en el siglo XI, aunque también se habla de comunidades vaqueiras asturianas de Tineo y Luarca que recalaron aquí en busca de tranquilidad para establecerse y hacer su vida. Tiene Villafranca, además, un curioso museo de ciencias naturales, dedicado a la zoología y ubicado en la iglesia-convento de San Nicolás. Todo en el pueblo gira en torno a los peregrinos, para los que hay una nutrida lista de albergues y hostales a buen precio que también sirven para el turista.

A tiro de piedra quedan los Ancares gallegos, las Médulas o la comarca también gallega de Valdeorras, tres destinos de vino, naturaleza y arte que pueden completar una escapada otoñal al Bierzo.

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