El director de escena Miguel del Arco (Madrid, 1965) toma asiento en uno de los vestíbulos del teatro Palacio Valdés y conversa con LA NUEVA ESPAÑA durante un rato largo. Lleva ya unos días en Avilés, ultimando los detalles de "Ilusiones", de Ivan Viripaev, una comedia centrada en la búsqueda de la realidad a través de los cuentos cuyo estreno en España acoge el escenario avilesino por antonomasia esta noche (20.15 horas), unas tablas que conoce de sobra porque fue sobre ellas donde presentó hace ya unos años su particular "Misántropo", pero también el lugar en el que estallaron sus comienzos: la época de "La función por hacer". Del Arco, además, es uno de los cuatro directores artísticos del Pavón Kamikaze, un odeón transformado en imán del nuevo teatro español, una de las pocas salas que se llena con obras escritas por autores vivos, una excepción que fue galardonada el año pasado con el Premio Nacional de Teatro. Y siendo todo eso, también será el director de la ópera "Fuenteovejuna" que se estrena este septiembre en el Campoamor, un libreto de Javier Almuzara sobre la tragedia de Lope de Vega.

- ¿Qué suponen estos días en Avilés para "Ilusiones"?

-Particularmente, son tres días agotadores. Vives unos momentos de subidón cuando descubres una cosa que habías intuido, pero, a la vez, otro momento en que desaparece todo. Y cuando digo que desaparece es que lo hace de forma absoluta: no ves nada de lo trabajado y te entran todos los sudores y todos los vértigos posibles. Me he equivocado totalmente: es el momento de la gran hostia. Luego, la obra empieza a contruirse. Esto es un arte colectivo: todo el mundo tiene que dejar los espacios para ir descubriendo todo lo que hemos hablado con el fin de llegar a la realidad, la de encima del escenario. Con los tiempos de producción que manejamos, lo que estamos haciendo aquí en Avilés es un lujo, aunque me gustaría tener muchos más días para poder probar... Hay una cosa de rapidez cuando además se juntan las entrevistas, la grabación del vídeo... Yo me machaco, pero intento dotar a los actores de absoluta tranquilidad. Ellos son los que tienen que estar tranquilos para enfrentar lo que tienen que hacer. Pero esto también es un "work in progress": está muy bien que el estreno salga como queremos, pero las funciones tienen que ir madurando.

- Ustedes programan pocas semanas. ¿Se acabaron las temporadas anuales?

-Es un modelo de producción nuevo. Nuestro modelo de producción es kamikaze porque no es sostenible, aunque llenemos al cien por ciento. Nunca lo va a ser. Tener una producción en cartel al menos cada mes nos da la posibilidad de ser un teatro absolutamente plural y centro de referencia para creadores, que es una necesidad. Puedo estrenar a muchos más autores, puedo tener a muchos más directores, pero luego también tenemos la posibilidad de recuperar lo que funciona. Si lo hace, no la tiro para atrás. Somos un teatro de repertorio: voy a recuperar "Juicio a una zorra", "El tratamiento" y el año que viene "Ilusiones", porque sólo va a estar en Madrid tres semanas. Además, tampoco le exijo a un actor un compromiso férreo de un año que impediría que Daniel Grao o Marta Etura, que hacen mucho cine, no pudieran embarcarse en una nueva película. Yo hago "Ilusiones", Marta Etura se marcha a hacer la segunda y la tercera parte de "El guardián invisible" y en enero retomaremos "Ilusiones".

- ¿Los actores son promiscuos?

-Siempre lo he defendido como actor y como empresario no le reprocharé que se marche a otro proyecto. Lo que intento es tener una compañía suficientemente maravillosa para que el actor no se quiera marchar nunca y luego darle toda la flexibilidad, que sean los primeros en volver. Si fuera por la agenda de Carmen Machi, o por lo que puedo pagarla en el Pavón, no la tendría allí. Carmen quiere trabajar en el Pavón porque es un sitio de referencia, porque es amiga del Pavón y quiere y forma parte del proyecto. Luego gana dinero en otros sitios.

- ¿Qué debe tener una obra para que la quiera montar?

-Me tiene que convulsionar. Tiene que producirse algo que no sé muy bien cómo explicarlo: una convulsión emocional. Los clásicos tienen mucho que contar, porque para eso son clásicos, pero luego aparece Viripaev o Lorca o una función mía. Lo que tiene que mandar es el texto, pero para mí es muy importante la mirada contemporánea. Abordar el trabajo de creación desde una perspectiva arqueológica a mí me costaría. Necesito que el texto me interpele a mí como ciudadano. Me preocupa la permanencia, por qué estamos aquí. Hay un poso existencialista en mí bastante enorme. Luigi Pirandello ya lo decía: el teatro seguirá vivo porque nunca se dará respuesta al momento del ser o no ser. Y así tiene que ser.

- Empezaron a trabajar hace diez años en un hall de un teatro y ahora gestiona un teatro entero.

-No soy el mismo que entonces, aunque tengo cosas bastante intactas y los pies muy en la tierra. El sueño de sacar adelante es tan complicado que sólo podemos tener los pies en la tierra. Me dicen ahora referencia del teatro nacional, pero yo me parto de risa: son etiquetas que te ponen otros, pero que yo no asumo.