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Comidas y bebidas

La sopa de letras de la hechicera Fisher

La escritora M. F. K. Fisher, en la cocina.

Cada vez que pienso en libros sobre gastronomía y revuelvo estanterías en busca de la mejor lectura para el mejor momento, acabó eligiendo a M.F.K. Fisher. De soltera Mary Frances Kennedy, huyó en 1929 de su casa familiar de California a Francia acompañando a su primer marido. Allí pasó los siguientes años de su vida descubriendo una cultura epicúrea. Aprendió a combinar el amor por la comida con la pasión por la escritura. Bella e impetuosa, Fisher bebía vinos borgoñones, bordoleses y también jerez, aprendía el idioma francés y comía de todo lo que hasta entonces no había probado, caracoles, soufflés y patatas fritas en mantequilla de verdad. Mientras tanto se preocupaba de tomar notas. En sus libros supo evitar el apelotonamiento de recetas en favor de una amalgama de memorias, viajes, ensayos y, como es natural, reflexión inteligente sobre la comida. Entre trago y trago, sólo por el hecho de venir a cuento, colaba una receta oportuna.

Orville Prescott, un quisquilloso articulista del "New York Times" observó en 1942, en su reseña de Cómo cocinar un lobo, que los escritores de libros de comida no eran conocidos por su talento para la escritura hasta que una señora de firma austera, M.F.K. Fisher había decidido hacer su revolución en el campo de la cocina literaria. Para ella, el de la comida no era sólo un lenguaje sugerente, sino único al ahondar sutilmente en otros aspectos del comportamiento humano y la vida.

Algo hechicera, M.F.K. Fisher pasaba horas cocinando para los amigos, tratando de arruinar sus vidas seguras y ordenadas con un borscht caliente y tostadas con ajo, en lugar del cóctel de frutas, pescado a la plancha, carne, vegetales, ensalada, postre y café que comían los siete días de la semana. Su escritura tenía la misma pasión intratable, el mismo impulso impetuoso de calmar a sus lectores mientras alimentaba sus almas. En su primer libro, Sírvase de inmediato, publicado en 1937, tomó a los americanos de la pechera y les dijo: "Si tenéis que comer para vivir, disfrutadlo". Volvió a la carga en Ostras, que vería la luz cuatro años después: "La vida de una ostra es horrible pero emocionante. Las posibilidades que tiene de vivirla completa son escasas, y, si en las dos semanas de despreocupada juventud logra sobre ponerse a los dardos de su injuriosa fortuna y encontrar un lugar suave y limpio donde fijarse, los años siguientes estarán llenos de sobresaltos pasión y peligro". Es lo mejor que he leído sobre el primero de los riesgos que acechan a los moluscos. El segundo es esa muerte lenta en la boca de alguien que no sepa apreciarlos como es debido. La tercera amenaza sería para la propia persona que engulle una ostra no suficientemente bien depurada.

Su exaltado abrazo de los placeres lentos y sensuales de la mesa sólo es equiparable a su fría aceptación de la violencia y el mal repentinos. Es esa especie de perversión gótica la que hace a su literatura gastronómica única. En Cómo cocinar un lobo, por ejemplo, ella misma acepta por medio de una metáfora el riesgo culinario al sugerir que cuando el lobo esté en la puerta debería invitársele a cenar. Es la mejor muestra que conozco de gestión de un dietario de cocina en función de la economía y del hambre. Junto a M. F. K. Fisher todos los demás son principiantes. Sus extraordinarios e incomparables títulos se pueden encontrar agrupados en un solo volumen, El arte de comer, que publicó la editorial Debate hace tres años. Todo aquel que quiera saber algo más sobre la comida y disfrutar leyendo sobre ella no debería dejar de leerlo. Sin embargo, temo que esta sugerencia caiga en saco roto puesto que en este mundo de la cocina, regido por una ignorancia sólo superada por la ínfulas, ya casi todo el mundo lo sabe todo de todo. Aunque al final, no sabe nada de nada.

Bueno y extremo. Lan Xtrème Ecológico Crianza 2014 es el resultado de una selección de cepas procedentes de una parcela de cinco hectáreas de tempranillo en un suelo pobre con cantos rodados al abrigo de la Sierra de Cantabria, un paraíso del viñedo por sus condiciones climáticas. Se trata de un vino que cuenta con la mínima intervención desde su origen que mantiene de la forma más pura la expresión del terroir. Capa alta, fruta, carnosidad, estructura y sabor es una prueba más del respeto de la bodega por la materia prima. Una agradable novedad, sobremanera si tenemos en cuenta que el precio de la botella es alredor de 10 euros.

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