Las aburridas películas sobre superatracos que perpetró Soderbegh con la complicidad jocosa de un amplio reparto de amiguetes fueron de mal en peor hasta alcanzar cotas de aburrimiento difícilmente superables. Agotada la franquicia, ahora se cede el testigo a las mujeres para repetir una fórmula que, al margen de lo novedoso del género sexual, es tan repetitiva y cansina como cuando aparecía George Clooney por las escenas. Ahora, es Debbie Ocean ( Sandra Bullock), hermana del difunto Danny, (Clooney), quien, tras lograr la libertad bajo palabra, se da prisa en sacar a la luz su talento como estafadora. Por supuesto, se impone preparar un gran golpe que les permita llenar la cartera para retirarse. Aliada con Lou ( Cate Blanchett), su intención es hacerse con un valioso collar de Cartier tasado en 150 millones de dólares. Casi nada. Reclutando un variado y selecto grupo de cómplices, las glamourosas ladronas preparan su logística y la ejecutan con las mismas habilidades y trucos de los predecesores masculinos. No hay sorpresa, no hay riesgo. Todo es trillado y si no fuera por el vistoso reparto, el aburrimiento se apoderaría de la función de forma inexorable.
En realidad, es como un remake en el que se cambian a los actores por actrices y se elige a un director dócil y previsible que se limita a filmar el guión con asepsia galopante, sin demasiada tensión y con un humor rutinario que no permite grandes diversiones.
