Aunque es difícil vivir el Festival de la Sidra como un naveto, -ya se sabe que el sentido que cada uno da a sus propias tradiciones nunca se puede transmitir del todo- LA NUEVA ESPAÑA tratará aquí de aproximarse a la vivencia autóctona del certamen -mañana es el día grande- para que sirva de guía a quien se asome por primera vez o incluso a quien lo haya vivido alguna vez, pero con espíritu foráneo.

Ana Emilia Ordóñez, hostelera local y miembro de la Buena Cofradía de los Siceratores, ha vivido en sus carnes muchos festivales, y de su experiencia se extraen algunas pautas que han de seguirse para vivir este día como mandan los cánones. Que no son otros que girar todo el tiempo alrededor de la sidra. Porque, explica Ordóñez, "lo primero que hay que hacer es buscar una sidrería; el festival empieza con sidra desde el minuto uno, puedes entrar en la primera que te encuentres, porque vas a tener buena sidra y te la van a echar bien, y a partir de ahí, recorres todas las que quieras".

Si eres naveto, sales andando de casa. Si no, lo recomendable es acudir en tren, para evitar atascos, incomodidades y, sobre todo, para no privarse de nada, porque de lo que se trata es de beber sidra (4%).

Al mediodía llega un momento importante: la degustación del caldo, y de quesos y embutidos locales en el Museo de la Sidra. El momento es importante no tanto por lo que uno se mete entre pecho y espalda -aunque, obviamente, es estupendo- como por el hecho de que empieza la prueba final del concurso. "Todo el mundo está a la expectativa de ver quién gana el concurso; están los llagareros revueltos y se nota", dice la hostelera.

Entonces, llega el veredicto y, con él, una curiosa carrera: la búsqueda de la sidra que ganó el concurso. Las sidrerías suelen tener producto de Nava, y la que ha acertado en servir la ganadora tiene garantizada una clientela fervorosa. Y no digamos si coincide que vende la que ha ganado como mejor sidra de Asturias. "Si la tienes, se agota enseguida, los premios influyen muchísimo".

Y se agota porque, por tarde que se haga, los folixeros siguen bebiendo sidra sin parar. "El vermú es sagrado, y la gente tarda mucho en ir a comer; buscas una sidrería en la que haya sitio y comes".

Llega la tarde. Lo que pide es concentrarse en la plaza Manuel Uría, donde hay numerosas actividades: este año hay actuaciones de música tradicional; en los soportales del Ayuntamiento, el hermanamiento de todas las sidras que han participado en el festival, y que los Siceratores mezclan en una barrica;y a las ocho ya llega todo el mundo a esperar por el pregón, este año del cronista Leocadio Redondo.

Pero todavía queda mucho que probar, porque llega la ruta de la sidra, en la que los jóvenes y los que tienen más aguante recorren la villa para probar el caldo de nueve toneles repartidos por calles y plazas. Para rematar, "los que son de orquesta, van a la orquesta, y el resto, a seguir en las barras". Así se las gastan los profesionales del festival.