Michael Haneke, premio "Princesa de Asturias" de las Artes 2013, estrena hoy su nueva película: "Happy End". En ella narra el día a día de los Laurent, una familia desestructurada de la alta burguesía propietaria de una constructora. Anne ( Isabelle Huppert) se encuentra al frente del negocio familiar al tiempo que lidia con un hijo alcohólico de dudosa fortaleza emocional ( Franz Rogowski) y con un padre de tendencias suicidas, al que encarna Jean-Louis Trintignant, que ya tuvo un papel protagonista en la anterior cinta de Haneke, "Amor" (2012). Completan el clan el hermano de Anne ( Mathieu Kasovitz) que, inmerso en un matrimonio infeliz, asume bajo su cargo a su hija adolescente, fruto de un primer casamiento.
La cinta critica a la acomodada clase burguesa europea, que da la espalda una y otra vez de manera indolente a las desastrosas situaciones sociopolíticas de su entorno. No es casualidad entonces que haya elegido para ambientar su historia Calais, donde en 2016 tuvo lugar el vergonzoso desalojo de miles de migrantes que esperaban desde el año anterior en el campamento "La Jungla" para tratar de llegar a Reino Unido a través del Canal de la Mancha. Con la misma indiferencia que la población europea se enfrentó al problema, se enfrenta la familia Laurent a lo que sucede en su entorno.
"La película, es una especie de farsa, es realista pero no naturalista. La realidad está exagerada, condensada. Es una provocación. Es fácil encontrar una familia como la que aparece en ella, pero contar la historia de una familia así significa que hay que contar también la de la sociedad de la que sale", afirma el cineasta. Así, el director austriaco cumple una vez más con su polémico propósito de retorcer al espectador a través de su particular reflexión audiovisual sobre la violencia. "Tengo un sentido del humor muy extraño que no todo el mundo entiende", confiesa el director, que a sus 76 años ha hablado con gente joven para entender cómo funcionan Facebook o Snapchat.
