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Otro cuento de Navidad

El pavo, fijo en el imaginario navideño, sigue ausente de las mesas

Otro cuento de Navidad

Ahora que todo se discute, conviene recordar que en algún momento hubo una Navidad indiscutiblemente fría. En Londres llegaba, además, envuelta en el celofán de la niebla."El joven propietario de una chata naricilla, mordisqueada y roída por el hambriento frío, como el tiempo reinante, se detuvo ante el ojo de la cerradura de Scrooge para obsequiarle con un villancico". Nadie ha sabido transmitir la cara lóbrega navideña con la intensidad de Charles Dickens. Esa fachada oscura del viejo avaro que despide tristeza recibe fogonazos de alegre melancolía en Mr. Scrooge cuando éste se redime, después de verse nuevamente apabullado por la soledad de las cuatro paredes de su casa. Entonces, la compasión y la generosidad se abren paso casi al mismo tiempo que el pavo. Ya conocen el cuento: qué mejor definición de la Navidad, de sus luces y de sus sombras.

El pavo, hijo de la tradición americana, ha sabido imponerse como símbolo navideño universal frente al castizo besugo de nuestra infancia, el ganso relleno de manzanas de los alemanes, el salmón y las albóndigas de los escandinavos, las lentejas y los espagueti con almejas y las anguilas del cenone de los italianos, o el cordero que consume media humanidad por estas fechas. Pero, en un ambiente marcado por la globalización, las tradiciones locales se empeñan en mantener viva la llama. Sobremanera cuando se acercan las últimas fechas del año y se trata de despedirlo. En Alemania, encienden fuegos y brindan por San Silvestre; en Escandinavia, prenden las velas; aquí se comen las uvas y en Italia, las lentejas; en Portugal, salen a los balcones de las casas para aporrear el bombo; en México, proliferan las posadas y las piñatas, y en Australia y en Argentina, como es verano, lo celebran al aire libre en picnics y en playas.

Pero en el imaginario tradicional navideño siempre surge, aunque ya casi nade lo coma, el dichoso pavo. Y no toda la culpa la tiene Dickens y su eterna "Canción de Navidad". Es atribuible también a las cosas increíbles que pasan, como la que sigue a continuación, y ante la que no resulta fácil resistirse a compartirla con los lectores.

Si en lo que se denomina debate entran a formar parte las conversaciones diletantes más o menos marinadas en alcohol, aquella noche empezábamos a enzarzarnos en una de esas plomizas discusiones familiares cuando alguien llamó a la puerta en compañía de dos pavos que parecían elefantes. Prendidos de las cuerdas del que los portaba, los pavos que eran, no sé si un simple regalo anónimo o una broma, se quedaron con nosotros a la espera de colmar cualquier expectativa que sólo cristalizó un día después cuando ya habíamos decidido qué hacer con ellos, naturalmente de utilidad para el estómago. La única forma como es debido de deshacerse de un pavo, pensamos, es meterlo en el horno. Si se trata de dos hay que ponerse enseguida manos a la obra antes de que te sorprenda la próxima Navidad, y la mejor solución es regalar uno de ellos. Lo primero de todo fue conseguir que alguien los sacrificara. Los dos pavos que llevaron a casa la noche que jamás olvidaré nunca supe de dónde procedían. Inicialmente sembraron confusión por presentarse de incógnito, en compañía de un propio que lo único que acertó a repetir era la dirección y a dejarlos allí. Pasado un año, alguien me quiso explicar la intrahistoria y ya no estaba allí para escucharla. Aunque pudiera parecerlo, no es producto de la imaginación.

El pavo es, por lo general, algo soso y requiere un buen relleno. El presidente Bartlet, en uno de los capítulos de la inolvidable serie de televisión "El ala oeste de la Casa Blanca", consulta a un servicio telefónico si el relleno ha de ser en crudo o es necesario guisarlo antes. Pues bien, conviene saltearlo y bañarlo en alcohol hasta su reducción. Castañas, una farsa con picadillo de carne, piñones, cualquier otro fruto seco y unas láminas de trufa contribuyen a realzarlo.

Ahora que el besugo y el marisco han empezado a ponerse por las nubes, rellenar el pavo, por el momento ausente de las mesas, puede convertirse en alternativa.

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