Ha llegado al frutero para quedarse. El caqui o kaki está cada vez más presente en los mostradores de las fruterías y poco a poco ha ido colándose en casa. Su temporada suele ser en otoño, aunque se prolonga algo durante el invierno y puede ocupar todo enero, así que aún queda un mes para que los amantes de esta fruta disfruten de ella en su plenitud o se animen a ello los que no la hayan probado aún.
Algo a tener en cuenta es que hay dos vías para saborear el caqui: en su variedad tradicional y clásica, con la pulpa blanda, lo que obliga a echar mano de la cucharilla y comérselo al estilo de un kiwi (partiéndolo en dos); y en la Persimón, nada que ver con la primera, pues es un fruto duro que se consume más bien como una manzana o un melocotón. Esta última variedad (desarrollada en Valencia tras someter al caqui a un proceso de maduración especial para eliminarle la astringencia) se ha popularizado dado que así es más fácil exportar y comercializar la fruta, y quizás también más sencillo consumirla.
En ambos casos se desecha la piel y el sabor será el de un alimento dulce y muy sabroso. Cada uno encontrará sus semejanzas con otras frutas, pero la papaya, el mango o un melocotón puede que se parezcan en sabor. Los que huyan de las texturas gelatinosas deben optar por el Persimón, que permite sacar tajadas y no se deshace. Comerlo al natural es lo más habitual, aunque esta fruta tiene numerosas recetas de postres y también se usa para mermeladas. Reporta mucha energía y es famoso por sus inmensas propiedades nutritivas. El precio: desde el euro hasta los dos y medio.