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Ponferrada, en el valle de la fertilidad

Ponferrada transmite energía: es el centro neurálgico de la comarca del Bierzo, que cultivó su proverbial carácter independiente en la abundancia

En El Bierzo se entra descendiendo a un valle de algo más de 50 kilómetros de diámetro que protegen las montañas. Allí, bendecido por un microclima suave de inspiración mediterránea, aguarda el vergel. De sus feraces huertas brota casi de todo, frutas, verduras y vides. Se puede decir que el secular aislamiento de la comarca siempre estuvo aliviado por la bondad de la tierra. Más tarde por la riqueza que supuso la actividad minera. La explotación del wolframio, el lobo sucio de los nazis, en Peña do Seo y Cadafresnas, forjó la leyenda y atrajo la ficción. El paisaje de Las Médulas, los restos de la mina de oro romana a cielo abierto, fue declarado en 1997 por la Unesco Patrimonio de la Humanidad y más tarde Monumento Natural. Resulta de una belleza conmovedora.

Tampoco hay que olvidarse de otros parajes a ambos lados de la A-6 que parecerían en cualquier otro sitio remotos por la vigencia de su carácter original y que, sin embargo, permanecen a un paso de lo que se considera la civilización. El hecho de que el Camino de Santiago trasite por allí de modo longitudinal dota a la comarca de un nuevo sentido universal. Molinaseca, cerca de Ponferrada, es la prueba del boyante peregrinaje. Lo mismo que Villafranca, donde se habla gallego, y Cacabelos, el lugar que un día el empresario José Luis Prada puso en la órbita gracias al empuje y a la iniciativa con que acertó a promocionar y vender los productos gastronómicos de la comarca. El Palacio de Canedo, un complejo dedicado al enoturismo con hotel, viñedos y restaurante, es su gran obra.

Antiguamente aislada pero imbuida de suficiencia, La república independiente del Bierzo tiene su centro neurálgico en Ponferrada, la ciudad próspera bañada por el Sil que aúna toda esa energía productiva de los bercianos. El casco viejo, pequeño pero cómodo y hospitalario, ofrece un montón de posibilidades para chatear y comer. Algunas de ellas de toda la vida, como es el caso de El Bodegón, en la Travesía Pelayo, que presume de tener la mejor salsa brava para las patatas de España, o La Obrera, un espacio renovado para tapas y tragos de todo tipo, donde se puede comer y tomar una copa, bien asociado al eclecticismo actual que tanto gusta. Antiguamente La Obrera, con la vocación de círculo trabajador, existía en contraposición al Casino burgués, que se halla solo a unos pasos y que en un ambiente que retrotrae a los años cincuenta del pasado siglo ofrece una buena cocina. Y, además, la posibilidad de comer caracoles y ancas de rana, con las fórmulas de la cocina tradicional local.

Ahora desde su apertura hay que probar en Mu.na, el restaurante de la calle Gil y Carrasco, que ocupa una casa enfrente del Castillo de los Templarios. Si algún cocinero tiene capacidad en El Bierzo para conseguir una estrella Michelin es Samuel Naveira, formado en El Ermitaño, con Luis Arévalo y Sergi Arola, en Albora y A'barra. Naveira ha querido volver a su tierra natal para ser profeta en medio de botillos. Arriesga en la cocina, y el que arriesga tiene opciones de ganar. Ante sus platos alguien podría decir que se complica en exceso la vida, que no es necesario tanto esfuerzo para lograr un buen resultado. Él es consciente pero no quiere regatear trabajo y compromiso. En las paredes y en las mesas hay figuras de hormigas que allí guardan un significado, no son meros elementos decorativos. En los dos menús de degustación y en la carta, los platos también tienen su razón de ser y se identifican con la trayectoria del chef en los distintos lugares donde adquirió experiencia culinaria. La oferta va mudando pero Naveira quiere ofrecer en ella una visión minimalista y actualizada del producto berciano y leonés, en general. Por eso, la divertida deconstrucción del cocido maragato que saca con los aperitivos, después de un ceviche acertado y una buena croqueta para pasar airosamente la prueba de oro de toda cocina. Muna significa deseo. Hay que desearle lo mejor.

La Vida Láctea es otra estupenda sorpresa de Ponferrada que cuenta con una tienda de quesos a la altura de cualquier capital europea, en un lugar provisto de ingenio decorativo y dos espacios: el destinado a la venta, perfectamente climatizado para la conservación de las pastas, y otro detrás para poder probar la afinada selección, con cualquiera de las referencias de su buena lista de vinos.

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