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Una granja en Italia

El parque natural ubicado en las montañas de Portofino cobija una casa repleta de encanto

Detalle de una puerta.

M. J. IGLESIAS

En lo alto de uno de esos acantilados deslumbrantes de Portofino, el paisajista italiano Marco Bay ha transformado una granja del siglo XIX en una casa mágica de fin de semana. La sencillez es la norma que rige la decoración de unos espacios en los que apetece quedarse para siempre.

Bay, radicado en Milán, con proyectos que van desde villas exclusivas hasta plazas públicas, quería huir al máximo de la vida de la ciudad, para residir cerca de la tierra con su esposa e hijas. Lo ha conseguido en la propiedad ubicada en el parque regional Monte di Portofino, una península montañosa protegida desde 1935. Sólo se puede acceder a la casa por estrechas pistas y senderos de piedra. Todos los muebles y accesorios tuvieron que ser transportados en un vehículo de tres ruedas.

El esfuerzo ha merecido la pena, porque el resultado es una casa que atrae a primera vista, en la que aparentemente todo fluye de modo natural, pero en la que hay muchas horas de trabajo.

El propietario renovó la cocina y el cuarto de baño, e instaló una chimenea recubierta con azulejos de Marruecos. Decidió conservar el tradicional tono rojo rosado profundo del estuco exterior, así como la configuración de las paredes blancas del interior.

Las sillas de cocina diseñadas por Gianfranco Frattini proceden de un club de baile de un pueblo cercano. Un estante circular de secado de manzanas de Trentino Alto Adigio contiene diversos objetos. Sobre la cama del dormitorio principal cuelga un tapiz genovés antiguo en tonos coral y verde marino. El color y la luz juegan un papel importante en todas las habitaciones. La cristalería y los muebles azules y verdes hacen juego con el Mediterráneo que se divisa desde los ventanales.

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