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COMIDAS Y BEBIDAS

Méndez y Raventós: la viña es sueño

Pepe Raventós y Lalo Méndez León, en Cecos, Ibias.

Esta es la historia de un sueño compartido que consiste en vincular el vino con el origen, el paisaje y la tradición. Alguien podría pensar que eso es lo habitual en cualquier tipo de terroir. Pero no siempre sucede así, hay también que desearlo. Está a punto de ocurrir en Ibias, de hecho ya se está gestando desde la plantación de las vides en 2017. Se trata del sueño del distribuidor ovetense Lalo Méndez León y una parcela de 7,5 hectáreas en Cecos, a 4 kilómetros de San Antolín, y su proyecto de viticultura ancestral y heroica como se suele decir ahora. Es la mayor de las parcelas de viñedo en una sola pieza de Asturias. Cinco de esas hectáreas están plantadas en terrazas y, al igual que el resto, permitirán en septiembre de 2022 uvas para una producción propia de blancos monovarietales albarín, y tintos también con albarín, verdejo negro y carrasquín, todas ellas castas autóctonas. "No hay que forzar, lo importantes es un buen tronco y una buena raíz", dice Méndez León, que ha previsto la bodega en medio del viñedo al estilo château. El vino que se embotelle hasta entonces, presumiblemente a partir del año que viene, se hará mayormente con uva comprada en la localidad. En Cecos, el proyecto de Méndez León está supervisado por José María Fernández e Ibérica Lago, propietarios del Palacio Ron, y el viticultor David Barreiro, dueño de viñedos viejos en los alrededores. Ellos le han ayudado a adentrarse y conocer el entorno y las tradiciones.

Pepe Raventós, de Raventós i Blanc, es un paradigma del compromiso del vino con la tierra y el paisaje. En Ibias, la pasada semana, conoció el proyecto asturiano y vio de cerca la oportunidad de la tradición en un microcosmos donde los vecinos han hecho durante décadas el vino debajo de la propia casa. Junto con su padre Manuel, Pepe logró en unos años que cristalizase el sueño del abuelo, Josep Maria, de convertir la pequeña bodega familiar en una marca de espumosos de prestigio internacional. El rigor y el detalle son, según él, piezas esenciales para que los vinos de la casa sean reconocidos por su delicada mineralidad. "El detalle es la excelencia", explica.

Vitivinicultura es entender el suelo, la naturaleza y amar la tierra. Apasionado por los tratamientos orgánicos y biodinámicos, Pepe Raventós se forjó desde niño en ese mundo, en casa y en las vendimias francesas. Abandonó el campo unos años para vivir en Nueva York y finalmente volver a él, y de ese modo cumplir el nuevo sueño de ver convertida la Conca del Riu Anoia en denominación de origen. "Desde el regreso, en estos últimos cuatro años, he aprendido más de viticultura que en toda mi experiencia anterior", confiesa. En 2012, Raventós i Blanc decidió abandonar la DO Cava por creer que hay vinos que merecen ser considerados de manera distinta por el lugar de donde proceden y gracias a una viticultura exigente y respetuosa. Es el caso de Raventós i Blanc, uno de los grandes espumosos.

Las berenjenas provienen de India su cultivo se extendió por Europa a partir del siglo XV, gracias a los árabes que habitaban en España. Si queremos un monumento culinario a la berenjena lo tenemos, por ejemplo, en uno de los países que más la veneran: Turquía. Los turcos disponen de un plato en su recetario tradicional llamado imán bayildi, que no es más que una berenjena partida por la mitad rellena de verduras con un aderezo de pasas, cominos y piñones, según la receta tradicional otomana. Cuentan que un imán se desmayó al probarlas y de ahí el origen de su nombre. Otra fórmula más sencilla es cocinarlas simplemente a la parrilla o en la sartén cortadas en lonchas, o a lo largo y a la mitad, en dos secciones. Para ello son mejores las berenjenas japonesas, más delicadas y tiernas, que las globo o de culo redondo, "a culu tunnu" que diría un campesino siciliano. Las asiáticas no hace falta pelarlas, se ponen en un escurridor con sal, durante una hora, para que suelten el amargor durante. Se lavan y secan. Se cortan longitudinalmente en dos partes y se ponen al fuego, cuatro minutos de cada lado, hasta que muestran un aspecto cremoso y tostado. Se sirven acompañadas de una salsa tahini, hecha con aceite de oliva, limón, semillas de sésamo, perejil y una pizca de ajo.

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