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Una revisión fallida y caótica

La saga “Mortal Kombat” revive en este nuevo milenio de la mano del debutante Simon McQuoid y con el apoyo en la producción de James Wan, declarado fan de los videojuegos y de la versión que llevó a cabo Paul W.S. Anderson en los 90 con Christopher Lambert de protagonista. La idea era modernizar el estilo visual, adaptarlo a los tiempos y revivir el espíritu sangriento del cine de acción noventero.

El resultado es demasiado confuso para prever si este nuevo reboot inaugurará una franquicia con algo de consistencia. “Mortal Kombat” consigue aprobar en las escenas de acción, en las que se dan la mano la fantasía violenta y las coreografías repletas de testosterona cafre. También logra capturar su mitología a nivel visual, pero tiene un problema de tono fundamental: no sabe si tomarse a sí misma en serio o no, si abrazar la serie B de lujo macarra o darse algo de importancia a través de diálogos pomposos.

Así, el equilibrio entre el humor y la gravedad sobre el que está construida esta narración un tanto caótica, no termina de funcionar, por lo que cuando nos alejamos de los enfrentamientos y de los fatalities y nos centramos en los personajes, llega la debacle, algo a lo que contribuye un reparto exento de carisma y en el que solo destacan los intérpretes japoneses Hiroyuki Sanada y Tadanobu Asano.

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