Si Ejército de los muertos mantuviera durante todo su largo (excesivo, como siempre en su desmesurado director) metraje la altura creativa de un prólogo explosivo, demencial y arrollador que acoge los vivarachos títulos de créditos estaríamos hablando de un clásico instantáneo con el que salvar del tedio el ya cadavérico subgénero de zombies. Lástima: no aguanta el tirón. Y Snyder se limita a manufacturar con más prudencia de lo habitual (sus fans lo considerarán un plano atrás) un cruce entre el terror y otro subgénero, el de atracos. Lo hace forzando un claro desequilibrio entre los borbotones de violencia guarra y gore, en los que la capacidad de Snyder para hacer cabriolas con las cámaras alcanza cotas casi autoparódicas, y se agradece el sesgo caricaturesco, y la zona tranquila de una intriga convencional en la que se toma su tiempo para dibujar unos personajes que se escapan de esquematismo a cambio de ralentizar la acción con desigual acierto.