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Realidades y convenciones

Aunque no lo consigue siempre, el debutante Guillermo Ríos Bordón construye toda su película a partir del juego de miradas. Hay algunas figuras más en el filme, secundarias o que juegan un papel relevante en algún momento, pero Solo una vez funciona a partir de lo que se dicen, escuchan, ocultan y miran una psicóloga del servicio de atención a las mujeres que sufren violencia machista, una joven maltratada y su pareja, denunciado por el padre de ella tras una disputa violenta.

Más allá de algunos retoques en los escenarios y la inclusión de otros personajes que trabajan en el centro, la película respeta la obra de teatro en que se basa. La escribió Marta Buchaca tras preguntarse qué pasaría si su compañero la maltratara. La película, bastante ecuánime, ni moraliza ni condena. La historia saca a relucir los rincones oscuros que todo el mundo posee de un modo u otro, y la peripecia paralela –la psicóloga es amenazada por el marido de una mujer a la que trató– es un buen ejemplo de ello. El filme se sustenta en el texto y la complicidad entre los tres protagonistas (Ariadna Gil, Silvia Alonso y Álex García), tanto en escenas a dúo como a tres bandas. Interesante es el modo en el que se rehúye el cliché. Él no parece ser un maltratador, lo que da pie a un discurso más incisivo sobre las realidades y las apariencias, las convenciones y los prejuicios.

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