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Macho, estás sobrevalorado

Clint Eastwood y Eduardo Minett.

A un cineasta que nos ha dado tantos momentos inolvidables en una gran pantalla como Clint Eastwood no hay que hacerle reproches severos a esta altura de la película. Eso va también por usted, Woody Allen. Es cierto que desde Gran Torino sus películas ofrecen un interés entre escaso o nulo con ocasionales chispazos de talento –pasemos el típex por las insalvables Jersey boys o 15:17 Tren a París–, pero su amago de retirada como intérprete en Mula parecía un último disparo certero, de modesto pero muy apreciable alcance.

A sus 91 años, el autor de Sin perdón se niega a bajarse del caballo por más que sus huesos ya no estén para muchas caídas, aunque este Cry Macho sea tan frágil e irrelevante que acabará sepultado en su filmografía más temprano que tarde. Esperemos que aún le quede algún cartucho en la recámara para una despedida que esté a la altura de sus mejores hallazgos, con una buena historia y un buen guión. Aquí ambas cosas brillan por su ausencia. No es la primera vez que Eastwood ofrece un relato de veterano que enseña las cosas de la vida a un jovencito en escenarios de la América profunda. Tampoco es nuevo el mensaje de arrepentimiento que se embotella en el último crepúsculo, de hecho esa obsesión del antaño duro y rudo policía y pistolero y forajido ya alimentó varios títulos que tenían mucho de expiación personal. Es evidente que un hombre capaz de realizar una obra maestra como Million Dollar Baby (de 2004, nada menos) estaba preparado para reflexionar a fondo no solo sobre su obra sino también por la influencia de ella en el imaginario del público. Pero lo que en Sin perdón resultaba complejo y rotundo, en Cry Macho es superficial, obvio y subrayado. El discurso último de Eastwood sobre lo sobrevalorado que está el macho y la falta de respuestas a preguntas que antes tenías muy claras es la razón de ser de una película que parece rodada a prisa y corriendo, con escenas de torpeza incómoda y diálogos a menudo torpones.

Que un gallo de pelea lleve la voz cantante a la hora de salvar el pellejo a quien fuera Harry El Sucio no deja de ser un chiste de dudosa gracia en una obra muy menor en la que irritan ciertos brotes racistas con algunos personajes mexicanos y que resulta muy poco creíble cuando se intenta mantener en pie ciertos restos de su imagen seductora (dos mujeres rendidas a sus encantos senior, bolero incluido) y también peleona. El hilo conductor del asunto (la relación entre maestro y alumno con las hechuras de una road movie polvorienta) es demasiado liviano, muy lejos del que alimentaba Gran Torino o Million Dollar Babys. Como comedia no funciona y como drama ni siquiera lo intenta.

Al final, el único motivo para ver Cry Macho es sentimental, más que cinematográfico. Clinton “Clint” Eastwood Jr., nacido en San Francisco el 31 de mayo de 1930 rueda por el placer de rodar, porque si dejara de hacerlo el the end sería inmediato, y ver los efectos del paso del tiempo en sus andares al ralentí, en sus miradas y en su piel, sin disimulos ni filtros, es una experiencia emotiva, casi dolorosa. A por la siguiente, Clint. Tú puedes.

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