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Una premisa desperdiciada

“Lamb”.

La ópera prima del islandés Valdimar Jóhannsson retrata a un joven matrimonio azotado por la pérdida en cuya granja nace una criatura mitad persona mitad cordero, y que deciden cuidar de ella como si fuera su propio vástago sin cuestionarse si eso es realmente sensato.

La película trata de generar tensión y misterio a partir del contraste entre lo mundano y lo aberrante. Buena parte de sus escenas se centran en contemplar con atención los pormenores de la vida en el campo, y en envolverlos de una atmósfera de extrañeza a través de la presencia del engendro. Lamentablemente la monotonía se apodera gradualmente del relato, a medida que va quedando claro que utiliza la imaginería de postal y la actitud taciturna como fachada tras la que ocultar tanto su falta de intención o carga dramática como la vacuidad de unos personajes que carecen de contornos exteriores y vida interior, y cuya identidad se limita por completo a su función argumental.

Muy poco de lo que sobreentendemos acerca de la pareja y del deterioro que ha sufrido es fruto de un esfuerzo activo por parte de Jóhannsson, y la película se muestra similarmente reacia a explorar ninguno de los otros temas que va anunciando. Se limita a dar tantas vueltas como puede alrededor de su idea central antes de tratar de sorprendernos con un clímax que resulta impactante pero cuyos efectos se disipan con rapidez, y que en ningún caso logra compensar la sensación de tedio generada por todo el metraje previo.

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