La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Agonía de una saga

S i el título de Cazafantasmas: Más allá de por sí da a entender que la saga a la que pertenece ya está muerta, todo cuanto sucede en su metraje no hace sino confirmarlo. La nueva entrega es solo un tosco ejercicio de explotación nostálgica, sobre el papel diseñado para complacer a los fans de Cazafantasmas (1984) pero al mismo tiempo incapaz de entender qué fue lo que de entrada los hizo serlo.

Desde detrás de la cámara, en efecto, Jason Reitman –hijo de Ivan Reitman, director de esa icónica película original– recicla sin reparos el vestuario, los gadgets, los efectos especiales, la música y hasta algunas escenas y frases de diálogo pero, por lo demás, carece por completo de la ironía, la irreverencia y la anarquía cómica que su modelo derrochaba. Prefiere funcionar como un remedo del tipo de aventuras juveniles en su día patentadas por los estudios Amblin, argumentalmente apoyado en padres ausentes e hijos desorientados y decidido a tocarnos la fibra sensible a toda costa. La diferencia es que aquí ese sentimentalismo tiene poco de sincero y mucho de manipulador; es solo una cínica estrategia para hacer a las nuevas generaciones partícipes de su obsesión por cosas que sucedieron casi cuatro décadas atrás, y de su desesperación por recapturar algo que, en realidad, ni siquiera entonces era tan especial. 

Compartir el artículo

stats