Pastilla roja o azul

Nando Salvá

Pese a que Matrix Resurrections funciona como una nueva demostración de que los “blockbusters” ya solo hablan de sí mismos, al menos trata de hacerlo con estilo. A la vez secuela, remake, reboot, epílogo, deconstrucción y ejercicio de autoparodia, utiliza el lugar ocupado en la cultura pop por la saga a la que pertenece para dedicarle un corte de manga tanto a nuestra obsesión por la nostalgia como a la industria que la explota, solo interesada en financiar secuelas e indiferente al tipo de creatividad visionaria que inspiró “Matrix”.

Al menos esa es la idea. Pero tras un arranque lleno de metatextualidad inteligente pero extenuante –demasiadas alusiones al pasado de la saga, demasiada parrafada expositiva, demasiada autoconsciencia onanista–, la película se va convirtiendo en un típico producto de Hollywood que juega al mismo juego que dice criticar. Y entretanto, mientras acumula secuencias de acción nada memorables y elementos narrativos que carecen de sentido –al menos hasta que alguien aparece en escena para explicárnoslo todo–, no genera dosis reseñables de tensión. En cualquier caso, resulta difícil resistirse a una película tan romántica y tan sincera a la hora de afrontar la angustia que Lana Wachowski, siente por el choque entre sus impulsos creativos y las exigencias del sistema, o entre escoger la pastilla roja o la pastilla azul. La elección, al fin y al cabo, es ilusoria.

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