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El adiós en el crepúsculo

Birthe Neumann, Simon Bennebjerg.

“Yo tenía una granja en África, a los pies de las colinas de Ngong”. Palabra de Isak Dinesen, seudónimo de Karen Blixen. Sus “Memorias de África” la encumbraron como escritora (más fuera que dentro de Dinamarca al principio) y Meryl Streep la convirtió en icono cinematográfico junto a la figura de su amado amante, Denys Finch Hatton (Robert Redford en la pantalla: la de espuma que se formó en la famosa escena del lavado de pelo). El pacto la merodea en su crepúsculo, sin mostrarla como una diva a punto de enloquecer como la Norma Desmond de “El crepúsculo de los dioses”) pero sin escatimar en gestos de progresivo deterioro: bajo sus muy cuidadas apariencias con las que fortalece su admitida y salvadora máscara hacia la sociedad que la rodea (y acecha, en cierto modo), la escritora oculta a una persona debilitada, enferma y herida que busca una extraña forma de creatividad: amadrinar a un joven escritor de talento al que quiere rescatar de una vida mediocre y conformista (casado, un hijo, ambiciones modestas) para animarlo (más bien empujarlo) a dar un tajazo a las ataduras:_que se dedique solo a crear, que se olvide de los peajes matrimoniales, que confíe en ella. Tendrá todo lo que necesite para ocuparse en exclusividad a escribir. Es un pacto. Ella pactó con el diablo e hizo suya la gran pregunta: ¿por qué no? A partir de esa súbita y misteriosa alianza llena de trampas, trucos y tratos equívocos, “El pacto” se adentra en las profundidades de una relación tóxica que primero parece ventajosa pero poco a poco se va convirtiendo en una telaraña en la que el escritor queda atrapado a medida que la protectora le coloca en situaciones extremas. Cuando lo que parecía una inspiradora (y transpiradora) aventura extramatrimonial desemboca en un amor verdadero, todo salta por los aires y la vida irrumpe con sus inesperados sobresaltos sentimentales y emocionales para ponerlo todo al rojo vivo. Bille August, cineasta de indudable pericia y elegante mirada, evita con inteligencia los excesos y narra la historia apoyado en buenos intérpretes (Birthe Neumann a la cabeza) y con momentos tan notables como el encuentro entre la esposa y la amante o un beso final primero amartillado y luego lloroso. “Nuestra labor en el mundo es gestionar el dolor sin causar más víctimas....”. Sabia (e)lección.

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