El caballero más oscuro

Robert Pattinson y Zöe Kravitz. / Beatriz Martínez
Beatriz Martínez
“The Batman” es una película oscura, profundamente desencantada, que parece sintonizar a la perfección con el leit motiv que supone el tema “Something in the Way” de Nirvana y el aspecto desaliñado, hosco y “grunge” de Robert Pattinson. Hay algo del espíritu nihilista de los noventa que parece conectar con este momento de hastío en el que vivimos, instalados en la desilusión de un mundo que se desmorona frente a nuestros ojos y que se convierte en caldo de cultivo silencioso para el surgimiento de un mal que acecha de forma paciente mientras se dedica a esparcir el odio a través de las redes sociales y las teorías conspiranoicas. Si “El caballero oscuro” plasmó las consecuencias del 11S y la amenaza islámica, “The Batman” se encarga de poner de manifiesto el clima de desconfianza actual hacia las autoridades.
En ella, ya no hay un solo antagonista, sino que el concepto de villano se disemina tanto en los bajos fondos como en las altas esferas. Gotham City se muestra más sombría que nunca: un escenario nocturno de estética post-industrial repleto de podredumbre moral, drogas sintéticas y luces de neón. En él, Bruce Wayne está más solo y atormentado que nunca. No le interesa dar esa doble versión de sí mismo de magnate y justiciero que hasta el momento se había perpetuado. Está encerrado en sí mismo, dentro de ese mundo obsesivo que lo consume.
Matt Reeves ha orquestado un espectáculo cromático en negro y rojo apabullante, dotado de una imaginería visual propia en la que se dinamitan las reglas del blockbuster convencional. Sería demasiado sencilla su comparación con “Seven” a la hora de analizar su apuesta por el thriller de investigación “noir” a través de las pesquisas detectivescas por las cloacas de una ciudad sin ley. Son demasiados los elementos que la diferencian, ya que la narración adquiere su propio sentido, casi como si se tratase de un estado mental, una pesadilla BDSM, o una melodía de Nine Inch Nails, disonante, envolvente y malsana. En contraposición a ese estado alucinatorio, la Catwoman de Zoë Kravitz se convierte en el corazón de la película, dotando de rabiosa emoción a cada una de sus apariciones. Más que ningún otro personaje, en ella se encuentra la llave evolutiva de la saga.
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