La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Identidades en conflicto

Una escena de la película.

Ninguna ficción del Universo Cinematográfico de Marvel (MCU) había puesto en evidencia la personalidad de su director tanto como esta, que incluye libros malvados, brujas furiosas y hechiceros, zombis y esqueletos voladores, y otras criaturas que a ratos la envuelven de un aire grotescamente lúdico. Pero Doctor Strange en el multiverso de la locura no solo es una película de Sam Raimi sino también la secuela oficial de Doctor Strange, y continuación de Vengadores: Endgame y de Spider-Man: no way home, y de la serie Bruja Escarlata y Visión. Y eso significa no solo que pasa demasiado tiempo aportando contexto, sino también que no llega a afianzar una identidad distintiva.

Las realidades alternativas y los personajes se acumulan y, aunque Raimi aporta al relato el mismo tipo de humanismo que ya abundaba en su trilogía de Spider-Man, la película avanza escasa de emociones reconocibles. Se hace difícil implicarse en lo que sucede, también porque la idea del multiverso hace que lo ocurrido en una realidad pueda ser revocado en otra y porque durante buena parte del metraje las escenas de acción se ajustan sin reparos a la fórmula Marvel.

Principalmente en la segunda mitad del relato, es cierto, toma el control el Raimi que revolucionó el género de terror mezclando lo horripilante con lo hilarante y derrochando ironía sin caer en el cinismo, y el espíritu de la trilogía de Evil Dead se apodera del cine de superhéroes. Es una lástima que ese caos llegue tan tarde, y que lo haga maniatado a un filme al menos igual de preocupado por prestar servicio a la saga a la que pertenece que por alimentar sus propias virtudes.

Compartir el artículo

stats