Las dos Paz en una vía a ninguna parte

Paz Vega y Paz Padilla.

Paz Vega y Paz Padilla. / Quim Casas

Quim Casas

El subtítulo de esta segunda entrega de la tercera franquicia de Santiago Segura es algo inexacto si optamos por el punto de vista de los progenitores de las dos historias: A todo tren 2: Sí, les ha pasado otra vez. En la primera, A todo tren. Destino Asturias, los que se dejaban a los niños en el tren eran el padre y el suegro. Aquí son las madres, las dos Paz, Vega y Padilla, las que cometen el mismo error.

Y junto a una chica que viajaba a Barcelona para casarse con su novio, interpretada por la directora del filme, Inés de León, emprenden un viaje en paralelo al del tren donde viajan los retoños. Ellas lo hacen por tierra, mar y aire para que el espectáculo resulte más vistoso.

Se repiten situaciones, un tipo de personajes –vuelve el revisor del tren encarnado por Florentino Fernández tras someterse a terapia por lo ocurrido en el primer filme– y similares gags, pocos a destacar. Todo es bastante atribulado y no muy bien escrito. Las interpretaciones son estridentes y confunden a veces comedia con chascarrillo. Y las niñas y niños siguen poniendo las mismas expresiones dentro de ese conjunto de humor blanco, blanco, en el que Segura parece sentirse terriblemente cómodo tras haber sido más osado y políticamente incorrecto con la saga de Torrente. En este segundo viaje en tren Segura no dirige, pero lo controla (casi) todo como productor, guionista y esporádico actor.

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