El euro nos devora como una enfermedad degenerativa. Y no parece que tenga tratamiento. Ninguna de las medicinas probadas en Grecia, por ejemplo, ha aliviado al paciente. Por el contrario, tras dos años de técnicas invasivas, el país heleno se encuentra al borde del precipicio, ardiendo de fiebre por los cuatro costados y con el cuerpo repleto de escaras. El euro va comiéndoselo como la lepra, como el mal de piedra que borra el rostro de las arquitecturas clásicas. El euro es un Dios de ficción, como todos, al que es preciso alimentar sin embargo con sacrificios reales. Ya le hemos ofrecido millones de doncellas y de jóvenes lanzados al paro estructural sin que su sed de sangre se atenúe. No hay modo de saciarle. Su representante en la Tierra, Angela Merkel, ha resultado una papisa de una crueldad extrema a la que no bastan ni las reformas laborales emprendidas ni los recortes en educación o en salud puestos en marcha. En España tenemos ya una generación sacrificada, una generación perdida colocada a sus pies, para que haga con ella lo que quiera, pero no le basta. Tienen que morir aún muchos ancianos por falta de asistencia, han de fallecer todavía miles de enfermos por falta de quirófanos, debe deteriorarse la educación hasta extremos desconocidos para que el Dios Euro (a partir de ahora con mayúscula) y su papisa Merkel se den por satisfechos. Ni el Dios del Antiguo Testamento, con lo que era, se le acerca en ferocidad, en brutalidad, en barbarie. Rebajen ustedes las pensiones, legalicen la figura del acoso empresarial, cierren escuelas y hospitales, condenen a la indigencia al 30% de la población y después veremos. La furia del Dios Euro, desatada en Grecia, amenaza ya a Portugal, a Italia, a España. Rajoy, que cuando estaba en la oposición hablaba como un ateo, reprochando a Zapatero su docilidad religiosa ante Merkel, se ha postrado ya ante ella implorando piedad. Haremos lo que usted nos demande para que la ira de su Dios no nos alcance. Pero nos alcanza, y de qué modo. Siempre se ha dicho, porque hay constancia de ello, que nada ha provocado más muertes a lo largo de la historia que las religiones. También esta religión nueva, y en apariencia laica, denominada Euro, está a punto de acabar con nosotros. El problema de volver a la peseta es que era un pequeño diablo.