L. Á. VEGA / Agencias

.

Espárragos «cojonudos», quesos de tetilla, pedos de monja y «chochos» de Salamanca... En la gastronomía española abundan los platos y las bebidas con resonancias escatológicas que algunos oídos sensibles podrían considerar ofensivos y malsonantes, pero que se han terminado aceptando como una muestra del humor, si se quiere, un tanto chabacano que caracteriza en general a los españoles. Lo que ocurre es que en buena parte de Europa, con su tradición protestante, no acaban de coger el chiste. Es lo que le ha pasado al empresario Federico Cortés del Valle, que distribuye desde 2002 el conocido orujo «Hijoputa» y que ha intentado registrarlo sin éxito en Europa, acuciado además, según dice, por la competencia de otro empresario que produce en Asturias un licor con el mismo nombre.

El Tribunal General Europeo considera que esta denominación es percibida como injuriosa y ofensiva, y por tanto «contraria a las buenas costumbres». La sentencia añade que la expresión es «parte de una jerga utilizada por un círculo minoritario de personas, probablemente poco o nada sensibles a este tipo de expresiones».

El caso es que es la segunda vez que Cortés del Valle intenta inscribir esta marca. «Intenté registrarla en España en 2002, pero también la rechazaron con los mismos argumentos», indicó el empresario, que produjo el licor hasta 2008 en el polígono de Tremañes, en Gijón, y que ahora está radicado en Camargo (Cantabria). Para Cortés, no hay razón para ponerse tan quejumbroso con el nombre del orujo, cuyo lema es una frase asturiana: «¡Qué buenu ye!». «Son palabras de uso común. Además, no se puede injuriar a una botella», señala con toda seriedad. En su recurso ante el tribunal, el empresario adujo que era un nombre jocoso y que los consumidores no habían protestado.

El empresario quería registrar la marca como paso previo a «una apertura en Europa y el mercado hispano», y también ante la necesidad de parar los pies al que considera un competidor desleal. Ahora lo más seguro es que recurra. No es la primera vez que le rechazan una marca. Ya lo intentó con «69 de puta madre». «Nos lo denegaron y después un italiano registró la marca en su país, se puso a hacer camisetas y se hinchó a vender», añade. Para Cortés, «debería haber total libertad para poner la marca a un producto. Son palabras que no pueden ofender a nadie». Y pone el ejemplo de los espárragos «cojonudos».

Lo que más le preocupa al empresario cántabro es la competencia, según él plagiaria, que le está haciendo otro empresario desde Asturias. Las dos botellas tienen el mismo nombre, pero distintos lemas y logotipos ligeramente diferentes, lo que puede confundir a algunos clientes. Este periódico intentó ponerse ayer en contacto con el otro empresario, aunque sin éxito.

Este empresario al que Cortés considera un plagiario -aunque hay que reconocer que la marca no está registrada- ha ido un poco más allá y está comercializando un licor de fabada llamado «Don Pedo», y otros orujos con el nombre «Que te den por el culo» o «Sinvergüenza». Como se ve, la inventiva empresarial no tiene límites.