A los 10 años, enferma y malhumorada, vi «Algo para recordar» y la odié. Mientras mi prima y niñera se emocionaba, yo pegaba patadas en el suelo. Tuvo que venir Leo McCarey al rescate, con Cary Grant, contarme la historia de «Tú y yo» y hacerme entender toda la magia cinematográfica que tenía el encuentro de Tom Hanks y Meg Ryan en lo alto del Empire State.

En los guiones de Nora Ephron siempre había referencias al cine clásico: Harry y Sally discuten sobre qué hombre debería haber escogido Ilsa al final de «Casablanca» y «Tienes un e-mail» era un remake de «El bazar de las sorpresas». Nora se convirtió en la justa heredera de esa «screwball comedy» de los años treinta y cuarenta que tan bien supo manifestar Billy Cristal en sus monólogos como Harry. Ephron tal vez no sea la mejor, pero fue mucho.

Fue periodista, articulista, bloguera, guionista y directora de cine. Fue divertida, mordaz e irónica, pero también dulce. Estuvo a punto de sustituir a un grande como William Goldman en la escritura de «Todos los hombres del presidente» y, sin embargo, acabó dando el pelotazo con una historia de amor y elevando a la comedia romántica a los altares de los que, con cada vez más frecuencia, Hollywood se empeña en tirarla. Tras obsequiarnos con un falso orgasmo de Meg Ryan y meternos en la cabeza la imposibilidad de ser amigos de nuestro sexo opuesto, también gracias al director Rob Reiner, Ephron mantuvo el tipo con «Algo para recordar» y «Tienes un e-mail».

Pero también fue algo más. Como ella definía a las mujeres de su generación en un artículo del libro «El cuello no engaña», Nora fue proactiva. Y esa característica la convirtió en una visionaria y, sobre todo, en una inspiración para millones de escritoras que, como ella, no querían limitarse a acompañar a grandes hombres, sino que querían ser grandes mujeres. Sus películas sobreviven porque, además de estar muy bien escritas, retratan relaciones y personajes reales e igualitarios. Nadie, ni siquiera Julia Child, se somete.

A los diez años odié «Algo para recordar», pero a los dieciocho amaba «Cuando Harry encontró a Sally» y ya sabía que quería ser escritora y guionista. Antes de Diablo Cody, de Tina Fey o, incluso, de Nancy Meyers, estuvo Nora Ephron. Y todas la mirábamos absortas y admiradas.

En el artículo «Considera la alternativa» comentaba Nora Ephron: «En cuanto a las instrucciones para mi funeral, supongo que sí podría sugerir algunas. Por ejemplo, si se hace una recepción después, sé el tipo de comida que me gustaría que se sirviera: esos sandwichitos alargados que venden en ese sitio de Lexington Avenue llamado William Poll. Y champán estaría bien. Me encanta el champán. Es tan festivo?»

Y ahora mismo, perdonadme, pero me voy a por una copa.