Matilde d'Udekem d'Acoz, reina consorte de los belgas desde julio de 2013, hija de los condes Anna Maria Komorowska y Patrick d'Udekem d'Acoz, rodeada de una aureola de discreción y fragilidad, que la acompaña desde que se casó en 1999 con el rey -entonces príncipe- Felipe de Bélgica, es fría y ambiciosa, amante del poder, con gran influencia sobre las decisiones que se toman en la corte.

Al menos eso es lo que opinan sus detractores, que llegan a calificarla de "reina de hielo" y no le ahorran críticas a cuestiones que atañen incluso a la distante relación de la reina con el personal de palacio. Es el caso del periodista Robin Vissenaekens, experto en realeza, que destaca el trato gélido que brinda Matilde, al menos, a los desconocidos.

La joven soberana, de 41 años, nació en Uccle, un barrio residencial de Bruselas. Es, junto a Sofía de Liechtenstein y Estefanía de Luxemburgo, una de las tres consortes europeas de nuevo cuño con ascendencia noble. Su hermana Marie Alix murió a los 22 años en un accidente de coche junto a su abuela materna, suceso que la afectó profundamente. Siempre fue una buena estudiante. Habla cuatro idiomas -flamenco, francés, italiano e inglés-, se licenció en la Universidad Católica de Lovaina en Logopedia y Psicología. Antes de casarse compartió con su hermana Elisabeth un consultorio de Logopedia. Felipe y Matilde tienen cuatro hijos: Isabel de Brabante, actual heredera del trono; Leonor, Gabriel y Manuel.

La abdicación de su suegro, Alberto de Bélgica, forzado por su mala salud, el escándalo de una presunta hija ilegítima de 45 años y el intento de la reina Fabiola, viuda de Balduino, de eludir el pago de impuestos a través de la creación de una fundación, hizo que apenas dos semanas después se convirtiera en reina consorte en una ceremonia que costó más de 600.000 euros y a la que no fue invitada ninguna familia real extranjera. "Matilde no puede quedar relegada en un rincón. Tiene un personalidad y unas opiniones tan fuertes que parece que ansía un poder que no podemos imaginar", asegura la periodista Brigitte Balfoort, convencida de que la consorte belga "ha trabajado mucho para llegar hasta donde está". Thierry Debels, otro especialista en "royals", asegura que ella es la que manda en el matrimonio. "Sabe lo que quiere y cómo lo quiere. Es muy profesional, pero eso no quiere decir que sea sociable. A través de sus gestos quiere afirmar su poder", indica. La casa real se ha limitado a responder que quienes realizan esas afirmaciones tan poco amables no han tenido nunca trato con la reina ni con ningún otro miembro de la familia. Reinout Goddyn asegura que Matilde mantiene una relación meramente profesional con el personal que trabaja para ella.

Lo que no puede negarse es que la exlogopeda tiene temple. Lo demostró en 2012, cuando el libro "Cuestiones reales", escrito por Frederic Deborsu, reveló que Felipe, sobre el que siempre planearon ciertas sospechas sobre sus tendencias sexuales, no se habría casado por amor, sino por la imposición de su padre tras el fallecimiento del entonces rey Balduino (hermano mayor de Alberto II que murió sin descendencia en 1993). "El matrimonio entre Felipe y Matilde no es lo que creemos", dice el periodista. Debosu relata que el tipo de relación que ambos mantienen es "cualquier cosa menos suave" y desde su boda, en 1999, ha habido dos intentos de ruptura frenados desde dentro de palacio.

Añade que Matilde accedió a casarse con Felipe porque su familia estaba arruinada. Lo cierto es que los reyes proyectan una imagen ideal que no cuadra con las críticas. Matilde, que tiene entre sus antepasados a príncipes polacos, controla la situación con su puño de hierro en guante de seda.