La galería Espaciofoto, en Madrid, es un pequeño templo de la fotografía, lugar reservado a los que tienen algo que contar y lo cuentan bien.

Hasta allí llegaron las 19 fotografías de gran formato de la asturiana Sofía Santaclara (Oviedo, 1970). Un escenario con pedigrí artístico para albergar un trabajo que en palabras de la propia autora "tiene mucho de juego y muy poco de Fotoshop".

En el catálogo de la exposición, el fotógrafo y, sobre todo, teórico de la imagen Eduardo Momeñe habla del cuerpo y el rostro, "ambos en una total desnudez", como lenguaje que encierra "miles de palabras previas". Avisa Momeñe que "Astigmata" -así se titula la exposición, que estará abierta hasta el próximo día 31- podría parecer una muestra de autorretratos al uso. "Pero no lo son, no hay finalidad de retratar", sino de "expresar el alma del juego".

"Astigmata" viene de astigmatismo. "Lo tengo desde niña y eso me regala una visión muy particular", explica Sofía Santaclara, que aspira a "contar cuentos de luz", historias desenfocadas y, por eso mismo, puertas abiertas a otra realidad y también a otra lucidez.

Ella es la modelo de esos 19 trabajos. Alguien la podrá acusar de exhibicionismo (asegura que quizá tengan razón), pero en el fondo estar a los dos lados de la trinchera estética tiene ventajas: "Disfruto el doble porque la energía que me da lo que hago también es doble". Retratarse tiene algo de promoción personal.

¿Y cuando sale "fea"? "Trato de que no sea así, pero a veces la potencia del retrato me puede" y esa fuerza de la imagen gana al deseo tan humano, no siempre consciente, de proyectarse en la versión más hermosa.

Sofía Santaclara confiesa vivir con ojos permanentes de fotógrafa y cámara al lado. "Paso mucho tiempo sola, no tengo niños ni perros que cuidar y soy la persona que mejor conozco". No tiene que dar consejos para posar ni explicar a nadie el objeto último de una foto.

Después, ha comprobado con el paso del tiempo que las imágenes tienen vida propia y, de vez en cuando, aparecen "ojos feroces" en los que no siempre se reconoce. Pero que están ahí.

En ese mundo desenfocado de "Astigmata" la fotografía se vuelve un poco tridimensional. Son "poemas del cuerpo y de la piel", desenfoques que generan "ilusiones ópticas", pérdidas de contorno que provocan luz propia.

Todo ello genera sensación de movimiento. "Hice danza en su día, el movimiento me atrae, la toma fotográfica larga tiene mucho de vídeo" y ése es el mundo que la asturiana Sofía Santaclara explora, sin prisas ni pausas, en una especie de "uso de mí misma".