T. PERTIERRA

Como buena periodista, a Virginia Galvín le gusta seguir de cerca el hilo de la actualidad con los radares siempre conectados. Por lo que puedan decir. Como escritora pausada y despresurizada (en su amada Asturias, por ejemplo, donde veranea desde hace mucho, mucho tiempo) cose sus palabras más expuestas con un hilo mental tenso e intenso para ofrecer un tapiz de colores vivaces y muy bien conjuntados. Su primer libro, La vida en cinco minutos, (Círculo de Tiza) invita a parar el cronometro y dejarse llevar por la lectura de unos textos breves y bravos sobre humores y desamores, maletas y olvidos, sexos y taxis, parejas y fugas, maridos y derrotas, lecturas y músicas, camas y damas, soledades y besos sin lengua, convivencias y renuncias, hijos y extraños, ausencias y presencias. De la vida en general, de su vida en particular. De tacones. De zapatillas. De vestidos. De desvestidos. De animales y compañía. Con la lengua bien depilada.

Y, para muestra, algunos botones. Bien cosidos, por supuesto:

-Un ex resulta intrínsecamente eterno. Si no es "in", es "ex". No hay purgatorios para corazones rotos ni pudrideros al estilo del de los Reyes en El Escorial. Un ex o estuvo dentro de tu vida, y entonces era in, o está fuera. Pero fuera es otra forma de estar.

-Ayer supe de una mujer cuyo exnovio, que tiempo atrás le había puesto los cuernos con una cajera del supermercado, la llamó para proponerle hacer un trío con su actual esposa, de profesión desconocida.

-Los mejores diálogos de amor no son románticos, me temo. Los mejores diálogos de desamor son desapasionados y correosos como chupar una cuerda.

-Una pareja nace, crece, se reproduce y a veces muere. Si se reproduce en realidad no muere. Solo se separa. Y los hijos a veces siguen siendo hijos y a veces mercancía que se compra y se vende.

-La diferencia entre pareja y amor es semejante a la que hay entre erudición y cultura.

-Las parejas convencionales hablan de muchas tonterías porque la cotidianidad es un cemento necesario que además impide mirar al precipicio.

-Llevo toda la vida confundiendo pensamientos con petunias, alfájor con jengibre, querella con demanda y a Lindsay Lohan con Britney Spears. De estas dos ultimas no sé cuál es la que aireó su virginidad ni tengo muy claro quién visita las clínicas detox más que a su cirujano.

-La escritura es una carrera de fondo contra uno mismo. El gozo y el látigo. Las palabras deberían ser sagradas. Me irrita sobremanera su mal uso y agradezco como un bálsamo la lectura de párrafos donde cada término ilumina un tramo del túnel. Donde nada sobra ni falta.

-Preparo fabada para cinco. En realidad hoy seremos ocho adultos y siete niños a la mesa, pero me traje de Asturias el clásico pack de fabes y compango (palabra que me encanta por su sonoridad y porque no entiendo su extraña raíz) y pone muy clarito que es para cinco. No seré yo quien vulnere las santas proporciones de la receta, la aritmética del chupchup. Serán tapas de fabada y a correr".

-Siento fascinación por las amantes. Las miserias revestidas de seda salvaje. El sexo furtivo, el abandono público. La arrogancia de ser elegida para una operación de riesgo. La excitación. La tristeza.

-Hay personas que encierran un naufragio. Eso he soñado. La bruja siempre me lo advierte: "Cuidado con Capricornio, vigila a ese Piscis que te chupa la energía". Hay carreteras sin arcén y chicos que juegan demasiado a la ruleta rusa. Admito que dormir poco le sienta mal a mis entendederas, pero esta noche he sido arrasada por una ola. Humedad y frío. ¿Cuál es tu palabra favorita del español/castellano? preguntaban ayer. Devastación.

-El striptease es una maniobra peligrosa a partir de los treinta. Te acuestas con un personaje, te levantas con una mujer, con un hombre real y derrotado. Con los años uno entiende que mejora con ropa, con luz indirecta y con un discurso despojado de mentiras. También que no puede quitarse el sujetador delante de cualquiera.