Cuando todavía se discute si el remate de Sanabria traspasó la línea de gol o si hubo penalti sobre Cristiano Ronaldo el domingo en el estadio de El Molinón, otra imagen, producida en el estreno liguero del Atlético de Madrid, ha traído cola en esta primera jornada. El "Mono" Burgos, segundo entrenador de los colchoneros, apareció ataviado con un traje y una figura más parecida a la de su jefe y amigo, el "Cholo" Simeone, o a la del mismísimo Pep Guardiola, referente del estilismo de los banquillos del fútbol mundial.

En un partido que vencieron los rojiblancos sin pena ni gloria, las miradas en el Vicente Calderón se giraron hacia el exportero argentino, que ha adelgazado 35 kilos en los últimos meses, cuando rondaba los 140.

El truco, una dieta sana basada en la comida a la plancha y largas caminatas mañaneras de varios kilómetros, acompañado de la conocida aplicación para smartphones Runtastic. Un ejercicio que el Mono continuó practicando durante sus vacaciones veraniegas, para llegar en forma, al igual que sus jugadores, a los entrenamientos de esta pretemporada, donde desde el primer día ya mostró orgulloso que había recuperado la forma. Una imagen más cercana a la que tenía cuando defendía la portería del Atlético o la de la selección argentina que a la de los años posteriores a su retirada.

Su carácter extrovertido y desenfadado nunca ha dejado indiferente a nadie. Los amantes al deporte rey recuerdan que Burgos, además de tener un estilo inconfundible bajo los palos, era el portero que jugaba con las camisetas con los colores más llamativos posibles y que portaba una gorra para sujetar una melena con mechas más propia de una estrella del rock.

No se trataba de una casualidad, ya que de forma paralela a su carrera en los terrenos de juego, el portero sacó hace varios años al mercado cuatro discos junto a su banda, de la que era cantante. Convertido en la mano derecha de Simeone, los títulos cosechados no han cambiado un ápice su forma de ser, con la que desde el primer día se ganó a la afición del Manzanares. Salvo su silueta, que ha pasado de la barriga marcada por el chándal al traje que estiliza su figura.