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Amores Que Hacen Historia

En lo bueno y en lo malo con Mario Conde

El exbanquero se enamoró muy joven de Lourdes Arroyo y, cuenta, de sus "ojos amarillentos que rebosaban serenidad"

En lo bueno y en lo malo con Mario Conde

"Al llegar a Playa América, en el Bar Angelito, a eso de las diez de la noche, más o menos, vi sentada en el porche, acompañada de un amigo no demasiado amigo, una moza jovencita, de unos diecisiete, más o menos, dotada de unos ojos amarillentos que aparte de color e inteligencia rebosaban serenidad".

Es Mario Conde quien escribe las primeras líneas de una historia de amor, la suya propia. La del célebre banquero, estos días de nuevo en el candelero no precisamente por ser un ejemplo de virtud, con Lourdes Arroyo, una gallega hija de un promotor inmobiliario que fue su mujer durante más de 30 años. Con este amor que ha hecho historia LA NUEVA ESPAÑA inicia una serie que abordará las relaciones sentimentales más sólidas de personajes famosos. De Conde se han analizado estos días hasta la saciedad su comportamiento, su forma de ser, sus prácticas como empresario y banquero? Si hay algo en lo que coinciden unánimemente los dedicados a destripar su trayectoria profesional y personal es que vivió una gran historia de amor con la malograda Lourdes Arroyo, fallecida en 2007 y con la que tuvo dos hijos, Mario y Alejandra, los mismos que han sido detenidos junto a su padre por presuntamente blanquear el dinero que el expresidente de Banesto robó hasta que en 1993 el banco fue intervenido.

"Como venía muy crecido de Deusto, en lo académico, y de Alicante, en lo otro, me dirigí a ella con un piropo largo que molestó -y con razón- a su acompañante, pero cuando no hay nada que hacer, no se puede hacer nada. La moza se llamaba Lourdes Arroyo y casualmente pasaba el verano por allí. Dos años y un mes después de ese día nos casábamos". Como se ve, ya para ligar el joven Mario Conde -era 1971 cuando conoció a su futura esposa en Vigo- apuntaba maneras de soberbio y chulo, calificativos que se le atribuyen en otros aspectos de su vida. Lourdes Arroyo era una jovencísima chica (con 16 años conoció a Conde) de familia bien, recatada y llamada a ir por el libro. Así que cortejaron algo más de un par de años, se casaron por la iglesia en Illescas (Toledo) y en la capital de la provincia se establecieron, pues el flamante esposo sacó el número uno de las oposiciones a Abogado del Estado y obtuvo plaza allí.

A la pareja le fue bien, en lo personal y en lo profesional. Ella siguió estudiando Derecho en Madrid, donde se desplazaba a diario desde Toledo. Y él ejercía su labor de forma brillante. Los años de anonimato del matrimonio se acabaron en 1977, ya en Madrid, cuando la fulgurante carrera de Conde despegó en el mundo empresarial de la mano de Juan Abelló, primero en el sector farmacéutico y luego con la llegada a Banesto. La trayectoria profesional del banquero fue tan fulgurante, rápida y exitosa, como no menos rápida y estrepitosa su caída. En el plano profesional los 80 son sus años gloriosos, con Lourdes Arroyo a su lado, de la que siempre se ha hablado como el gran apoyo de su marido, el pilar básico para su éxito profesional, el "punto de cordura" que siempre necesitó para mantener el equilibrio? Hasta que éste se perdió.

¿Demostrar algo a Lourdes? ¿Era ella quien en la sombra le incitaba para ir a más? En los obituarios de su fallecimiento si algo se destaca es que la discreta gallega supo lidiar mejor que nadie con la fama de su marido, siempre al margen de los focos y las cámaras, pero siempre a su lado cuando era necesario en algún acto público; que nunca ejerció de "mujer de" y que parecía vivir en una burbuja ajena al embrujo que Conde ejercía entre la sociedad española en la época. Pero cuando éste cayó, Lourdes Arroyo dio entonces un paso adelante, sí que ejerció de "mujer de", peleó por sacar a su marido de la cárcel cuando éste ingresó de forma preventiva y defendió su inocencia donde fue necesario. Es difícil encontrar algún artículo en el que se ponga en entredicho la solidez del matrimonio, ni en los años más duros con Mario Conde en Alcalá Meco. Todo lo más rumores aislados sobre presuntas crisis sentimentales que nunca llegaron a cuajar.

El amor resistió, en lo bueno y en lo malo, no sin grandes dosis de confianza mutua se entiende. Pero su historia no tuvo final feliz, y no por los tinglados del banquero. Cuando éste parecía haber superado lo peor, a Lourdes Arroyo le diagnosticaron un cáncer, de lo que murió en 2007. Aquello marcó a Conde y cuentan que nunca ha sabido reponerse. Es más, hay quien dice que en su devoción por su hija Alejandra -su ojito derecho, para quien sólo ha tenido elogios por su privilegiado cerebro y la que más responsabilidad tiene en el entramado empresarial familiar ahora investigado- pesa mucho el parecido de ésta con su madre. En su página web personal, la misma en la que describe el inicio de su noviazgo, Conde tuvo un recuerdo para su primera esposa el pasado octubre, al cumplirse ocho años de su muerte.

"He comprobado que quien vive en el corazón no muere jamás. (?) A quienes la conocisteis y a quienes por ella algo sentisteis, una oración y un simple recuerdo", escribió entonces, aún casado con María Pérez-Ugena Corominas, de la que se divorciaría cuatro meses después, el pasado febrero. Un segundo matrimonio que pilló a muchos con el pie cambiado, tanto por el perfil de la novia (ajena y alejada del mundo en el que se suele mover Conde), como por inesperado, siendo pública la devoción del banquero por su malograda primera mujer. Quizás Conde pensó que podía pasar página y superar el drama de la pérdida de Lourdes. Como tantas otras cosas, pensó mal y no le salió bien.

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