Buñol (Valencia) se volvió a teñir de rojo con su internacional Tomatina, en la que miles de enfervorizados e improvisados soldados de países de todo el mundo se liaron a tomatazos en esta multitudinaria batalla vegetal, más sensibilizada que nunca contra la violencia machista y homófoba.

Ataviados con disfraces, ropa vieja, cascos hechos con sandía, pelucas y gorros de natación, protegidos con gafas de sol y de bucear, y armados con minicámaras fotográficas y "paloselfies", los guerreros paliaron la espera de los camiones cargados con los tomates bajo un intenso bochorno con el agua lanzada con cubos y mangueras desde los edificios por los que discurre el recorrido.

Minutos antes de las once, la carcasa pirotécnica marcó el inicio de esta particular refriega, en la que un griterío ensordecedor en varios idiomas acompañaba al incesante fuego cruzado rojo de 160.000 kilos de tomate maduro que portaban siete camiones y del que han disfrutado 22.000 participantes. Menos de sesenta minutos de locura colectiva y desenfreno con el particular armamento rojizo.