"Nunca más te juzgarán por tu aspecto, a partir de ahora se enamorarán de tu verdadera personalidad; apúntate a la revolución avatar, el futuro del amor ya está aquí". Con estas palabras y una estética futurista comenzaba el lunes el nuevo "dating show" de Cuatro, presentado por la asturiana Luján Argüelles. Un programa que podíamos definir a medio camino entre "First dates" y "¿Quién quiere casarse con mi hijo". El programa tuvo 1.084.000 espectadores (6,5%).

Siguiendo con el boom de los programas de citas a ciegas que vive últimamente nuestra televisión, "Tú, yo y mi avatar" intenta, a base de surrealismo, dar otra vuelta de tuerca a la búsqueda del amor en televisión. ¿La mecánica del programa? Complicada. Un chico, en este caso, se presenta para encontrar pareja y tiene tres pretendientas a las que no verá hasta el final. A las citas irán tres avatares (actores y actrices, por suerte) elegidos por el programa, pero dirigidos por las pretendientas mediante un pinganillo. El pretendido irá descartando a las chicas tras las citas hasta quedarse con una, su amada. Vamos, la mecánica del programa "Adán y Eva", pero sin desnudos y con el físico de otro.

En el primer programa conocimos a Aitor. Un hipster con barba y moño, muy original. "El adelantado de su pueblo", como él mismo se definía en su presentación, recordaba al protagonista del anuncio de Trivago, pero versión AliExpress. Las pretendientas tampoco tenían desperdicio. Ruth, vigilante (odia que la llamen "segurata") y fan de los tatuajes de Disney. Susi, estilista y normal "si me compara con Marilyn Manson", y Sandra Beatrice, estudiante que habla cinco idiomas y "la capitana del equipo de animadoras" si la vida fuera una película americana.

La gracia del programa empieza tras conocer a sus avatares. Siempre con el ambiente y el montaje tróspido que recuerda a otros programas presentados por Luján Argüelles, llega la hora del surrealismo. Con Patricia Conde haciendo de avatar invitado, las pretendientas intentan moldear a sus avatares con todas sus armas, incluida una clase de "twerking fino".

Varias citas en las que reír por no llorar, malos entendidos a través del pinganillo y problemas con la personalidad propia de alguno de los avatares no impidieron llegar al momento de la decisión final. Tras una escena terrorífica en la que la madre y la abuela de una de las pretendientes explicaban las virtudes de "su niña", Aitor fue fuerte y eligió a la otra, Sandra Beatrice. Aunque casi se le saltan los tirantes cuando descubrió su verdadera apariencia, pudimos presenciar la primera bronca de la pareja nada más conocerse, y todo por culpa de la barba. Como en el primer programa sólo puede haber romanticismo y perdices, Sandra Beatrice lo dejó pasar con la condición de no besarle tras comer espaguetis con tomate. El amor está en el aire televisivo...