Los altavoces ambientaban ya el Día de la Paz cuando Fernando Romay entró en la pista del patio chocando su puño con cuantos alumnos se cruzaron en su camino. Antes de que empezase el acto, el exjugador de baloncesto en el Real Madrid y la selección española ya se había ganado al San Ignacio de Loyola, al que ayer acudió como embajador de la Federación Española de Baloncesto, con motivo de la final de la Copa Princesa, que después ganaría el Unión Financiera Oviedo Baloncesto. "¡Ay, qué nervios tía!", le dijo a la estudiante Andrea Dolado cuando supo que sería la encargada de leer con él un manifiesto contra la violencia. "Te pienso hacer cosquillas", advirtió.

No lo hizo. Pero siguió con las bromas. "¿Cuánto mides de pie?", le preguntó uno de los niños señalando sus zapatos. "Lo mismo que sentado", respondió él. Y entre vacile y vacile les fue dejando lecciones. "Os pido que sigáis viviendo el deporte de una forma sana e integradora", resaltó sobre el escenario. "El baloncesto femenino es mucho más técnico que el masculino", comentó luego a los alumnos del Loyola que se agolpaban a su alrededor para reivindicar el papel de la mujer en el deporte.

Se hizo fotos con todos y a Román Pichurrín, de 1.º de ESO, le firmó un autógrafo. "Me hace mucha ilusión, es el primero que tengo de un famoso", destacó el niño. Después de abrazar a todos los alumnos que se le acercaron, impartió una charla sobre los valores del deporte a los chicos de Secundaria. La lección, no obstante, ya la había dado en el patio.