"Nunca en esta vida", reza el título de la gira que ha conseguido lo que durante 20 años pareció imposible: reunir en el escenario a la simiente esencial de "Guns & Roses", sobre todo a Axl Rose y a un Slash que, inasequible al paso del tiempo, ha saciado los apetitos nostálgicos de la capital española.

Con la química justa entre ellos y la compañía de Duff McKagan, tercer vértice fundacional de los "GNR", han tergiversado otra máxima que marca que en plena celebración madridista (duodécima copa de Europa mediante), el casi prejubilado estadio Vicente Calderón no puede vivir a la vez una noche de fiesta.

Y, sin embargo, más de 50.000 almas sin más colores que el negro canónico del rock duro, las mismas que agotaron en 7 horas todo el aforo, se han reunido allí en una jornada de ambientazo musical para disfrutar como nunca o, cuando mínimo, como antes de las disensiones que les llevaron a partir peras en 1994.

"Guns & Roses" no pisaba España desde el año 2012 y concretamente Madrid desde 2010, en todos los casos ya con Axl Rose solo al frente de la comitiva.

"Not In This Lifetime", el tour que en abril del pasado año le volvió a unir en aparente concordia con las cuerdas de Slash y el hombre que inspiró la cerveza de "Los Simpsons" ha llegado tras recalar con éxito en Bilbao y Lisboa echando mano de un repertorio trufado de éxitos, en el que el seminal "Apettite for destruction" (1987) ejerce de columna vertebral (suenan 9 de 12 cortes).

Tocan "Welcome to The Jungle", primer sencillo de su carrera, pero también el imprescindible "Sweet Child O' Mine", marcando con él una de las cimas del concierto, no la única, pues también han rugido los oídos con su versión de "Love and let die", con "You could be mine" o con "Civil war", por citar algunos.

En todos ellos aparece con brillo propio Saul Hudons, "Slash" para los anales que lo señalan como uno de los mejores guitarristas, aún hoy, pues el tiempo no ha mermado sus facultades, con mano rauda y certera, coloreando lo que la voz del líder del grupo ya no puede pintar a sus 55 años.

Por momentos se atisban ciertos intentos de complicidad entre ambos, acercamientos sobre las tablas que el público celebra, pero sin contacto real y sí alguna situación para el debate, como cuando Rose presenta a toda la banda y, al llegar el turno de introducir a su compañero, simplemente dice: "¡Y a la guitarra...!".casi prejubilado Vicente Calderón.