La historia del cine tiene en sus anales una larga lista de películas sobre Satán, pero fue “La semilla del diablo”, estrenada hace medio siglo, la que puso de moda esta temática con un brillante film de Roman Polanski, capaz de crear un cuento de terror que podría pasarle a cualquiera.

La película se estrenó cuando los “spoilers” aún se llamaban “destripes” y parece que nadie vio un problema en que desde el título en español, “La semilla del diablo”, el espectador pudiera sospechar de qué iba todo aquello. Se estrenó el 12 de junio de 1968 y fue la primera película totalmente estadounidense del polaco Roman Polanski, que dio una lección de cómo partir de lo cotidiano para crear un opresivo clima de miedo e inseguridad.

Nada tan cotidiano como una joven pareja que se muda a un apartamento en Nueva York y decide tener un hijo, como unos atípicos vecinos ancianos demasiado solícitos o un marido capaz de todo por triunfar como actor. Pero todo se enrarece cuando Rosemary (primer papel protagonista de Mia Farrow), tras una satánica pesadilla nocturna, se queda embarazada y empieza a sospechar que una terrible amenaza se cierne sobre ella y el bebé que espera. P

olanski maneja con maestría la carta de la ambigüedad. “No quiero que el espectador piense ‘esto’ o ‘aquello’, quiero simplemente que no esté seguro de nada. Esto es lo más interesante: la incertidumbre”. Mia Farrow se enroló en el film a pesar de la oposición de su marido Frank Sinatra y fue capaz de comer hígado crudo siendo vegetariana. “Para ser sincero”, reconoció Polanski,_“ no estaba entusiasmado con ella hasta que empezamos a trabajar. Entonces descubrí, para mi sorpresa, que es una actriz brillante”.