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La nueva vida del palacio Cienfuegos de Agüerina, en Belmonte de Miranda

La familia del historiador Juan Uría Maqua abre hoy las puertas como alojamiento turístico de un edificio del siglo XVII con mejoras que "mantienen el sabor tradicional"

Uno de los salones con un retrato del cardenal Cienfuegos. S. Arias

Sara ARIAS

Desde la torre del palacio Cienfuegos, en Agüerina (Belmonte de Miranda), escuchaba de niño el historiador asturiano Juan Uría Ríu los cantos de los vaqueiros de alzada al pasar camino de los pastos de altura. Fue eso lo que suscitó su interés sobre el grupo nómada, que investigó hasta realizar una amplia y definida historiografía sobre los vaqueiros. Una torre y un palacio, del siglo XVII donde por la época nació el Cardenal Cienfuegos, que a punto estuvo de ser Papa en el Vaticano de Roma. Un inmueble cargado de historia y de personajes ilustres que será reconvertido como alojamiento turístico por la familia, cumpliendo así la idea del también historiador de la familia, Juan Uría Maqua, para quien no había nada como la casona de Agüerina.

"Era una idea de mi padre, siempre nos dijo que podíamos darle al palacio un uso hotelero y a mí me tocó ser el ejecutor", explica Juan Uría, con veinte años de experiencia en el sector. Así es como quieren poner en valor el edificio, declarado Bien de Interés Cultural (BIC), y seguir dándole vida para que en su cocina se siga prendiendo el llar en las noches frías de invierno y en los jardines se disfrute el verano con baños en el río Pigüeña, que cierra la finca por la zona sur con una poza natural de más de un metro de altura.

Para ello, solicitaron permiso a la dirección general de Patrimonio para realizar algunas reformas en la vivienda, aunque han respetado la estructura original y han mantenido los antiguos muebles que decoran la casona. Realizaron la renovación total del sistema eléctrico y el propio Uría se encargó de cablear las lámparas. Unos objetos antiquísimos pues el palacio tiene luz, prácticamente, desde el descubrimiento de la bombilla gracias a una pequeña central eléctrica que la dotaba de energía, "la fabriquina".

A través de empresas belmontinas también ejecutaron la mejora del sistema de bombeo de los cuartos de baño y se reformó o sustituyó alguna pieza. "También hicimos el revocado de las paredes y la pintura interior y exterior, así como se pintó toda la carpintería", destaca Uría, satisfecho con el resultado que "mantiene el sabor y carácter tradicional de la casa". Por último, incorporaron equipos de descanso de último modelo e incorporaron los viejos cabeceros de las camas de la casona.

Un palacio con seiscientos cristales en las ventanas, dos galerías, salones y cocina tradicional y valores añadidos como "el paisaje, la tranquilidad, abres la ventana y ves un hayedo y el río Pigüeña delante", comenta Uría, quien detalla que todo lo ganado con el alojamiento se destinará a mantenerla.

Con el palacio a punto para comenzar a recibir huéspedes, la familia Uría organiza hoy una fiesta de corte íntimo para celebrar la puesta en valor del inmueble. Y lo harán con una misa en la capilla del palacio que oficiará Agustín Hevia Vallina, archivero de la Catedral de Oviedo, y tras la cual habrá una comida familiar.

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