Ya son 18 los años que Jacobo Friera lleva fuera de Gijón, su ciudad y de España, su país. No ha perdido el contacto con "la tierrina" durante todo este tiempo, pero ha llegado a pasar hasta 8 años sin pisar Europa. En estos casi veinte años ha hecho de sus aficiones su modo de vida. "Vine a Sudamérica en 2000 para trabajar en una ONG llamada 'Amigos de Doñana'. Desde aquel entonces he trabajado en diferentes cosas. He vivido en el Caribe, en Venezuela y ya llevo más de una década en Brasil", explica. Hace unos se decidió a formar una pequeña empresa. "Brasil Eco-Adventure", donde ofrece a grupos de extranjeros, principalmente daneses, realizar actividades y deportes al aire libre como buceo, surfing, trekking e incluso paracaidismo.

En el último año, Friera ha disfrutado de una aventura con la que no contaba. Su amigo de la adolescencia Iván Armesto se puso en contacto con él. El motivo no era otro que el rodaje de la película de Daniel Monzón "Yucatán". La producción necesitaba alguien que controlara el lugar donde se filmaba el largometraje, el idioma y que sirviera además de coordinador del casting de figuración. Cuenta: "Yo era auxiliar de Iván. El de extra es un trabajo relativamente duro, tienes que esperar tu momento, siempre listo para cuando te necesiten, pero es un trabajo muy lindo. Unas veces paseabas por detrás de los actores, como Luis Tosar, otras veces eras un operario del barco, siempre había algo que hacer". "Iván y yo también salimos, pero muy poco y casi irreconocibles, porque pasamos por detrás de los protagonistas, lejos o desenfocados para que se realce el trabajo de los actores principales", explica Friera.

"Yucatán" se rodó durante 22 días a bordo del "Sovereign", un crucero real de Pullmantur. La labor de Friera también era la de convencer al pasaje para que trabajara como extra de la película: "Los españoles que estaban de vacaciones estaban encantados de salir en la película, pero los brasileños no tanto. Cuando se rodaba no había música en las piscinas y esto les enfadaba un poco, pero al final todos contentos".

Ahora, Friera vuelve a Gijón con un poco más de frecuencia para disfrutar de un tesoro que no se encuentra en cualquier lugar, la compañía de sus padres, que con 92 años celebran ya 75 como pareja. Eso sí que es una aventura.