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López Puccio: "No me sonaría los mocos con la bandera, tengo otra manera de hacerlo"

"Les Luthiers" estrenan hoy el espectáculo "Viejos hazmerreíres" en Oviedo, la ciudad donde se sienten "como en casa" | Turano: "Es muy lindo volver tras el premio 'Princesa', un reconocimiento que nos pone muy alto"

Por la izquierda, Tato Turano, Martín O'Connor, Marcos Mundstock, Tomás Mayer-Wolf, Jorge Maronna y Carlos López Puccio. IRMA COLLÍN

Ésta es una historia con jet-lag, fabada, alegría y hogares. Y sale Trump, pero poco. Empieza en Oviedo con seis genios del humor en clave musical que responden al nombre de Les Luthiers. Hoy estrenan su nuevo espectáculo en el Auditorio. Se llama "Viejos hazmerreíres" y hará reír a las 21.00 horas. Y seguirán sonando hasta el día 13 a la misma hora, salvo el domingo, que será a las 20.00 horas.

Asturias es uno de sus tres hogares: el privado, el profesional y el que les hizo felices el año pasado con el premio "Princesa de Asturias". Ayer, el grupo indivisible se dividió para atender a los medios. Abrió juego LA NUEVA ESPAÑA con una pareja formidable: Tato Turano y Carlos López Puccio. A pesar del jet-lag por los vuelos extensos y de una intensa digestión el día anterior, su humor es excelente. Cómo no.

"Yo llegué ayer (por el miércoles) al mediodía", relata López Puccio, "comí una fabada de inmediato, ¡obligada!, caminamos todo el día y por la noche estábamos muertos, no podíamos dormir, entre la excitación del vuelo y la tensión del estreno..." Y la fabada, claro. Pero todo pasará cuando salgan a escena: "Una vez que estrenamos", informa Turano, "relax".

Son admirados y queridos. No siempre va unido. Puccio esboza una teoría: "Puede tener que ver con algo inherente a nuestro trabajo. Y es que damos felicidad. Bueno, alegría, para no exagerar. La gente se lo pasa muy bien con nosotros durante esas dos horas. Eso se reconoce y tiene mucho valor. Además, cosas que decimos pasan a formar parte del folclore de la gente, de las familias. Hay frases que pasan de una generación a otra, somos como parientes".

Parentesco emocional que se traduce en un relevo generacional permanente. Turano: "Tenemos tres generaciones juntas que vienen a vernos. Es muy lindo. Además, los chicos, investigando en la internet, van y se lo dicen a sus mayores. Cuando empezamos nos veían nuestros abuelos, y ahora vienen nuestros nietos, mucho más avispados, con una información que antes era imposible tener".

"Hay muchos casos", cuenta, "de gente que nos ha conocido en vídeos y cuando nos ven por primera vez en teatro redoblan la apuesta porque... es mejor". "Es donde el espectáculo está en su apogeo", recalca Puccio, "para eso fue diseñado, no para la pantallita". No influye en su planteamiento, algo que sí ocurrió, recuerda Puccio, "en los años del disco, teníamos que adaptar algo pensado para el teatro para lo exclusivamente sonoro, despojándolo de lo visual. Ahora con las nuevas tecnologías, lo contrario". Además, apunta Turano, "nuestra escenografía es siempre la misma. Las sillas y los instrumentos". Una ventaja para Puccio del avance tecnológico: "El tamaño de nuestras salas fue aumentando, podemos llegar a trabajar en estadios muy grandes y teníamos el problema de que la parte gestual no se veía. Ahora con dos o tres pantallas hasta el último de la sala ve el gesto más pequeño".

Puede que los auditorios muy, muy grandes les predispongan de otra manera, admite Turano, pero, en realidad, "lo que nos sucede es que salimos siempre al mismo lugar, al mismo estar, con la misma alfombra, el mismo cortinaje, los mismos elementos. Y eso nos hace sentirnos muy cómodos". Puccio: "Es como nuestro hogar". Sigue Turano: "Nos permite abstraernos de que hay delante un monstruo de cinco mil cabezas mirándonos". Su compañero tercia: "Hay un cambio tal vez en la inercia de la risa, una risa muy larga te obliga a cambiar el tempo para que lo que dices se sigue entendiendo".

Rebobinemos: ¡un monstruo de cinco mil personas riéndose a la vez! Eso tiene que ser... "¡Maravilloso!", resume Puccio, "es el desiderátum, aquello que perseguimos, que haya una risa muy prolongada, intensa y cómplice. No que se rían en cualquier lado, claro, sino donde pensábamos que debían reírse". La pesadilla sería lo contrario... "¡Nos ha pasado", admite Puccio, "después de los ensayos en privado o con pequeñas audiencias vamos a probar alguna cosa con mucha gente y la gente no reacciona como creías. Es parte del oficio. Insistimos cuando tenemos la sospecha de errores nuestros de diseño, qué hicimos mal para que este mensaje no se entendiera. Problemas de redacción, de puesta en escena, distracciones...".

Hay quien sostiene que "Les Luthiers" son tan buenos y poliédricos que deberían ganar un premio "Princesa" cada año. "Bueno, bueno", ríe Puccio, "me daría vergüenza. El de Comunicación no sé si lo merecíamos, eso ya queda a elección del jurado". Habla su compañero: "Llegó en nuestro 50.º aniversario, fue un año de muchos premios y agasajos. Nosotros no hemos cambiado ni noto que el público nos perciba de otra forma". "Hay un orgullo personal que llevo en mi pecho", explica Puccio, "no sé si ve. Pero no voy diciendo usted está hablando con un 'Princesa de Asturias' en plan presuntuoso". Y ríe. Contagia. "Es un reconocimiento que nos pone muy alto", apunta Turano, y Puccio remata: "Gigantiza nuestro humor, nos da un toque más alto que el de humoristas, le da un significado a lo que hacemos".

No conocen la polémica del cómico Dani Mateo sonándose los mocos con la bandera española. Y la que se montó luego. Puccio: "Hay más altavoces por las redes sociales con la protesta a flor de piel. Yo no sé si un humorista debe hacerlo o no, corre por cuenta de cada uno. No quiero calificarlo, pero sí pienso que lo que hace es más que humor, es una declaración de principios. Yo no lo haría. Tengo otra manera de sonarme los mocos". Turano: "El problema es cuando se nos pregunta por cuestiones sobre la actualidad fuera de nuestro contexto. Preferimos que no nos hagan esas preguntas. Tenemos opinión, claro, pero tampoco es homogénea. Nuestro humor no ha cambiado, pero sí, tal vez, sabiendo que hay tanta sensibilidad en la sociedad sobre distintos temas, tenemos más en cuenta no herir a nadie y sacrificamos un chiste si tememos que nos van a caer encima como si fuéramos asesinos".

Perdón, ¿ven a Donald Trump como un competidor? Puccio lo descarta: "No es un humorista, lamentablemente, puede ser gracioso pero no es intencional". Siempre tuvieron un principio de mayorías casi absolutas para tomar decisiones: "Nunca dejamos chistes que no le gustara a uno o a dos", cuenta Puccio, "porque estás diciendo algo en el escenario que a otro no le gusta y con lo que tiene una cuota de sufrimiento". Hay que ser felices en el escenario, ¿no? "Absolutamente". Como en Oviedo: "Me siento como en casa", asegura Puccio, "me quieren, me reconocen. Muy especial todo". Turano termina: "Es muy lindo volver".

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