¿Recuerdan aquel sketch de los grandes Martes y Trece en el que Millán Salcedo intentaba intercambiar tres paquetes del detergente "Gabriel" por uno de la misma marca a Josema Yuste? Éste se resistía y Millán le espetaba: "¡Pero si es lo mismo!", "Ya, pero no e igua...", le replicaba Yuste. Me viene la escena a la memoria cuando me dispongo a presenciar el nuevo espectáculo de Les Luthiers, "Viejos hazmerreíres", tras la renovación del grupo. Y aunque el augurio es que me encontraré con el humor de siempre, la fina ironía, los juegos de palabras, las fabulosas interpretaciones musicales, sus instrumentos imposibles, la inteligencia al servicio de la comedia..., albergo cierta reserva, un temor antropológico a perder algo de la identidad del grupo que tanto idolatramos sus seguidores, que conforman una religión muy particular.

Sobre el escenario ya no son cinco. Se han ido dos y han llegado tres. Tres por dos da seis. Tras la prematura desaparición de Daniel Rabinovich y el abandono voluntario de Carlos Núñez Cortes (gran pianista), cansado ya de giras y escenarios tras cincuenta años de comedia, según él mismo reconoció, han llegado las incorporaciones de Tomás Mayer-Wolf, Martin O'Connor y Horacio "Tato" Turano, que se suman a los ya veteranos Carlos López Puccio, Jorge Maronna y Marcos Mundstock. Caras nuevas, voces nuevas... ¿tal vez demasiados cambios para los maniáticos acólitos de Les Luthiers?

Carlos López Puccio manifestó no hace mucho que la renovación del grupo bajo la misma marca ya se había planteado cuando Rabinovich vivía para que ante futuras ausencias de sus integrantes, otros fueran ocupando su lugar. Incluso podría llegar el día de encontrarse a unos Les Luthiers completamente nuevos, sin las figuras originales, en el escenario. El fin de esta renovación es perpetuar las esencias del grupo, su inteligente humor, su calidad musical y llevar sus espectáculos a futuras generaciones. Les Luthiers, en definitiva, después de ser principescos (recibieron el premio "Princesa de Asturias" de Comunicación y Humanidades en 2017), ahora quieren trascender.

Pero, volvamos al presente. Camino del Auditorio de Oviedo, donde inician su gira española que continuará por Galicia, me mantengo a la expectativa: ¿qué Luthiers me voy a encontrar? En este temor encajan mis dudas sobre si será lo mismo, aunque no me resulte igual; o al revés, ellos nos son en parte los mismos, pero el resultado sea igual. La solución sólo la iba a encontrar en la butaca, ante el escenario, en esa cuarta pared oscura para los actores, pero clarividente para el espectador.

No teman los seguidores de la secta lesluthierana, a no ser que sean una fanáticos fundamentalistas. Les Luthiers están enormes, insuperables, magníficos, perduran con sus "Viejos hazmerreíres", un espectáculo que durante casi dos horas ofrece más o menos remodeladas versiones de éxitos con nuevos aderezos como "Las Majas Del Bergantín" o "Quién Mató a Tom McCoffee" ("es ciega, sabe qué es negra, cree que es una pianista polaca"), todo bajo el hilo conductor de su ya clásico "Radio Tertulia", cuyo eslogan es "Nuestra opinión y la... tulia".

Entre el programa de radio que presentan Marcos Mundstock y Martin O'Connor, se van intercalando piezas ya conocidas como "La Cumbia Epistemológica", las enseñanzas del gurú Sali Baba, los delirios del hombre que vio a los marcianos o las canciones del imposible grupo "London Inspection" o de "Rebaño" porque ensayan en un baño, que amenizan "Radio Tertulia", entre otras interpretaciones musicales. También hay un sketch nuevo titulado "Receta Postrera", un vals culinario para ofrecer dos versiones de los crepes con una batería de cocina formada por 11 sartenes y 6 ollas. ¿Cómo se puede hacer música así? Pues se puede y como siempre maravillosamente.

"Nuevos hazmerreíres" recoge la esencia de Les Luthiers. No es una apuesta arriesgada. Mezcla algunos de sus clásicos episodios con las nuevas incorporaciones. Van sobre seguro. El resultado es igual de excelente. Los nuevos miembros van encajando como guantes en sus papeles y sus funciones actorales y musicales, siempre que alguien no se empeñe en realizar comparaciones vacuas e innecesarias. Echamos de menos las ausencias, cómo no, pero disfrutemos de las nuevas presencias. La gran ovación final confirma el porvenir del grupo.

Con un público entregado, Mastropiero apareció al final del espectáculo. Fue pronunciar su nombre y los aplausos resonaron entre las butacas. Marcos Mundstock, fuera de guión, comentó que se debía a que entre los asistentes había una nutrida presencia de compañeros de barra del músico de cabecera del grupo. Palmas y risas, que no cesaron durante la actuación, se redoblaron. El éxito de anoche fue absoluto. Las viejas piezas saben a nuevas y nada se echa en falta. Son Les Luthiers. No son casi los mismos, pero su resultado es igual.