Marianti tenía sólo 13 años cuando supo que su padre iba a casarla con un hombre casi treinta años mayor que ella para saldar una deuda contraída por una apuesta en Indonesia, donde cada año se celebran más de un millón de matrimonios infantiles.

La joven indonesia escapó de su casa, en el rural municipio de Kepahiang, en suroeste de la isla de Sumatra, y se fue a vivir con unos amigos para evitar la boda, pero su padre la convenció de que regresase con la amenaza de que su madre iría a la cárcel a causa de la deuda. Tras la ceremonia islámica, Marianti dejó los estudios, se mudó con su marido a dos kilómetros de su familia y comenzó a trabajar en una plantación de palma aceitera donde ganaba menos de dos dólares al día. La unión no fue registrada legalmente hasta años después, aunque la adolescente quedó embarazada a los pocos meses.

"Tuve mi primer aborto a los catorce años, entonces no sabía que estaba embarazada; me enteré cuando fui a un médico y me dijo que estaba de dos meses. No entendía lo que era un embarazo entonces y todavía jugaba", cuenta la joven indonesia, que ahora tiene 31 años y continúa casada por sus hijos de 5 y 11 años.

"Cada vez que mis hijos o yo enfermamos (mi marido) nunca nos lleva al doctor, siempre es otra persona", añade. El 17 por ciento de las mujeres indonesias que contrajeron matrimonio en 2016 tenían menos de 18 años.