El actor británico Jeremy Irons presentó en el BCN Film Fest un documental sobre el Museo del Prado, donde actúa como cicerone. Grabar "Pintores y reyes del Prado" le permitió conocer mejor el Museo, favorito para llevarse hoy el premio "Princesa de Asturias" de Comunicación y Humanidades. Le impresionó su "naturaleza ecléctica", derivada de que "la colección no la hicieron expertos en arte, sino monarcas, por un interés personal" y de ese modo reunieron pinturas españolas, italianas o flamencas.

Si tuviera que llevarse un cuadro a una isla, como su Wight natal, Irons no sabe muy bien qué escogería, "seguramente la obra de una pintora, quizá Clara Peeters" señala el actor, "un admirador de 'Las Meninas' de Velázquez, y de Goya, con sus imágenes satánicas extraordinarias, uno de los artistas más fascinantes, por su vida y por cómo bullía su cabeza conforme iba a envejeciendo". Irons reconoció en Barcelona que "el panorama en el cine está cambiando, aunque las cifras del público en las salas convencionales hayan subido en los últimos tres o cuatro años".

Este incremento de público demuestra, según Irons, que "hay un deseo de que el público acuda a los cines, porque asistir a la sala oscura es un acontecimiento", como cuando sales de casa para ir a ver un partido de fútbol, a un bar o al teatro". A su juicio, los cines que sepan crear "ese acontecimiento, más allá de ser una mera sala de proyecciones" siempre tendrán su lugar.

"Deberíamos juzgar la calidad del trabajo y no cómo se proyecta", comenta el actor, quien advierte que "la gente tiene ahora en sus casas grandes pantallas de televisión, que proporcionan una muy buena calidad, incluso más que en algunas salas. Por tanto, se tiene que juzgar mirándolo desde otra perspectiva".

Asegura Irons que "Spielberg se equivoca, porque los tiempos están cambiando, y si estamos juzgando la calidad de la historia, del guión, de la actuación o del diseño de la producción me parece que Netflix debería estar permitida en el festival de Cannes". Irons admite que "una buena parte del mejor cine se hace hoy en la televisión".

No se plantea pasarse a la dirección: "Dirigí en el pasado una película para la televisión sobre refugiados, pero me siento muy perezoso" y piensa que "los actores somos muy afortunados". Agrega que "un actor puede hacer tres o cuatro películas al año y si dos fracasan la gente se olvida, y se acuerdan de las que han triunfado, pero el director dedica cuatro años a una película y si fracasa toda la culpa es suya". Confiesa que disfruta dirigiendo, pero, además de la "pereza" que le da ponerse al frente de la dirección, tampoco le gusta "el control de los comités y de los productores sobre la película". El actor habla también de política -"días terribles"- y se atreve a hacer un análisis: "Me parece que sigue el eco de la crisis de 2008, con demasiadas personas en nuestra sociedad que piensan que están en desventaja y tenemos que encontrar una manera de que el capitalismo se regule para que las empresas que ganan mucho dinero contribuyan a nuestra calidad de vida".