Se llama Enrique Villarreal, pamplonica, cosecha de 1959 pero solo atiende por "El Drogas", un veterano de la escena "heavy" nacional con tantas canciones a sus espaldas como cicatrices. El que durante tres décadas liderara todos los excesos de "Barricada", y que ahora, más sereno, va por libre, se entregó ayer en Gijón al oficio de dar caña desde el escenario, que sigue siendo su oficio, por los siglos de los siglos.

Abrió el concierto al piano con "Tienes dos manos", mientras entraba en escena el resto de la banda, con la sala llena de incondicionales que no pararon de jalear el torrente de canciones que "El Drogas", sin dosificarse, se fue sacando de la manga. Tales como "Al salir la luz", "Sin lámpara", "La mala suerte" y "Con ridículo sombrero", sucesivas.

Desbocado en el blues y en el rock, con un sonido potente, el veterano artista puso a la gente a tono desde el minuto uno del partido, rodeado de un grupo de músicos muy solventes. La comunión fue total con su público, desde los primeros acordes hasta el final de la actuación, en la que no faltaron los bises. Sonaron canciones de su trabajo en solitario pero no faltaron algunos de los himnos míticos de "Barricada", como "No hay tregua", "Barrio conflictivo" y "La oveja negra", que fueron recibidos con absoluta algarabía por un respetable entregado sin descanso a la causa de "El Drogas". E incluso se dejó llevar, en un alarde, de su raro experimento con "Txarrena", la banda paralela que montó en la década de los ochenta. De esa guisa sonaron "Empujo p'akí" y "Azulejo frío".