El custodiado complejo de fachadas amarillas en McLeod Ganj, un poblado en la cordillera india del Himalaya, permanece en silencio, donde el aislamiento y el hermetismo mantienen a salvo del coronavirus al "último" Dalái Lama. Desde finales de febrero, el líder budista tibetano que cruzó andando el Himalaya en 1959, tras una fallida revuelta popular en Lhasa contra el dominio chino, permanece confinado entre los muros de su humilde residencia en el exilio, esta vez temiendo el alcance de un virus que, paradójicamente, se originó en China.