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Luz Casal | Cantante y compositora

"He aprendido 2.000 lecciones de vida en el confinamiento"

"Decidí durante 60 días hacer llamadas a gente en esta situación tan anómala para prestarles mis oídos a lo que me contaran, darles alegría, consuelo, ánimo; ha sido una experiencia vital fortísima"

"He aprendido 2.000 lecciones de vida en el confinamiento"

"Tengo necesidad de moverme, pero lo llevo bien. Salgo de mañana para andar y que me dé el aire y ya está, tampoco hago grandes alardes", comenta Luz Casal desde Málaga, ciudad donde le ha pillado el confinamiento y desde la que ha estado sesenta días realizando más de dos mil llamadas a personas anónimas que lo han requerido a través de sus redes sociales y a interlocutores cuyos seres cercanos han querido sorprenderles con la llamada de la artista. Desde el 27 de marzo hasta el 27 de mayo, cada tarde de 18 a 19:55 (finalizaba a esa hora para llegar a tiempo al aplauso sanitario), la cantante y compositora asturiana se ha prestado a escuchar testimonios de personas aisladas durante la cuarentena y a transmitirles ánimo y consuelo.

-¿Después de 60 días y más de 2.000 llamadas, se ha quedado más cansada que en una gira de conciertos o que en la carrera San Silvestre a la que suele acudir en Madrid?

-(A la San Silvestre voy, aunque hago trampillas. No soy una gran corredora pero me gusta el ambiente, despedir el año así). Han sido sesenta días de escuchar muchas experiencias, muchos dramas, muchas alegrías -de los que recibían la llamada de manera inesperada-. Ha habido de todo. Si pudiera resumirlo, diría que he estado leyendo libros de vida, realidades que además he conocido de manera directa.

- ¿Cómo eran esas conversaciones?

-Hablaba con personas a las que llamaba de manera directa, sin intermediarios. Las conversaciones, salvo las que he puesto en Instagram, han quedado entre las personas con las que he hablado -que van desde la niña a la anciana de cien años- y yo. Esa es unas de las peculiaridades de esa acción: haber hecho algo casi privado. Ha trascendido, pero si no se hubiera hecho eco nadie de esas llamadas, se hubieran quedado en lo que eran, en esa decisión de ponerme en contacto directo con la gente y prestar mis oídos a lo que me contaran, darles alegría, consuelo, ánimos, compartir gustos musicales, decirles qué libro tan interesante estaban leyendo? Cada llamada era una aventura, muchas veces ni sabía el nombre de la persona a la que estaba llamando. A lo mejor tenía un resumen de la vida de esa persona pero se les había olvidado dejarme el nombre. Me cogían el teléfono y se encontraban con alguien que les decía: "Hola, soy Luz Casal". Primero recibían el impacto, no se lo creían, y luego hablaban con una franqueza extraordinaria. He conocido detalles que son cuestiones íntimas. Me hablaban sobre su ansiedad, su tristeza, cómo estaba siendo su trabajo (el que estuviera trabajando).

- ¿Qué le ha aportado esa experiencia?

-Ha sido una experiencia vital fortísima y un contacto con la realidad de los otros enorme. No solo fueron las más de dos mil llamadas, sino lo que la persona te contaba del otro, de su pareja que estaba lejos, de su familia que estaba al lado pero no la podía ver. Para mí fue la evidencia de que para mucha gente soy una persona querida y eso ha sido muy reconfortante. Sabes que hay un público que te sigue, que -como dicen en México-está aprendido, sabes que le caes bien a alguien porque eres morena o eres gallega, lo que sea. Esto fue la constatación de que soy importante por muchas razones. Algunos consideran que soy una mujer fuerte porque en algunos momentos de sus vidas en los que han tenido una cierta fragilidad han pensado: "Ah, pues mira, si Luz ha podido, yo también puedo". Constaté esto a nivel privado, pero lo más relevante ha sido darme cuenta de las realidades de los otros y compartirlas. La otra parte gratificante es que de las 2.100 llamadas, a lo mejor cinco no se lo han creído y me han colgado, pero el resto sí. Al acabar cada una de ellas he tenido la sensación de que la gente se quedaba mejor, sobre todo al principio, cuando no se podía salir de casa. En la cuenta de Instagram están aquellos casos que de alguna manera daban una cierta esperanza o resultaban ejemplares. No me ha atrevido a poner una llamada que tuviera como protagonista el dolor o la desesperación.

-Durante el confinamiento otros artistas se han dedicado a ofrecer actuaciones, ¿por qué decidió llamar a personas anónimas?

-Porque no estaba en mi residencia habitual y tenía un teléfono. No toco la guitarra ni tenía un piano. No podía estar cantando a capela. Sé que hay mucha música mía a la que la gente recurrió. Dada la situación tan anómala que estábamos viviendo, sentía que tenía que responder de una forma distinta. Relacionarme con la música es lo que hago todos los días de mi vida desde que me acuerdo, con lo cual no haría nada diferente.

-¿Tuvo algo que ver el hecho de haber padecido cáncer dos veces y recibir respaldo de la gente esa decisión?

- Sí. Cuando he estado en esos dos episodios duros de salud, he sido reconfortada por cantidad de gente que me enviaba mensajes de ánimo y cariño que de alguna manera me sirvieron. Por eso dije, para la gente que esté mal, si les caigo bien, va a ser chulísimo. Y ha sido así. Es recordar, tener memoria y agradecimiento de un determinado episodio de mi vida. Para mí era importante darle un mensaje de ánimo, de esperanza, cambiarle la visión. La gente decía "nunca he estado tan sola". Lo que ocurre es que estamos acostumbrados a estar rodeados de cosas, de estímulos externos, y cuando nos quedamos solos tenemos terror a descubrir ciertas cosas que a lo mejor no nos gustan. Es ese viaje interior que no hacemos habitualmente. No reflexionamos sobre lo que nos va bien, cuanto menos sobre lo que nos va regular.

-Dice que ha aprendido lecciones de vida, ¿cuáles?

-Múltiples. Cómo una niña que parecía, por lo que contaban sus padres, ajena a la vida familiar, resultó ser muy cariñosa, muy atenta, se portaba bien y sin caprichos, algo que no ocurría hasta ese confinamiento. Han sido innumerables lecciones. Aún estoy en esa fase de descompresión, de asimilar. De vez en cuando, me vienen recuerdos de determinadas llamadas. De gente maravillosa, no solo los sanitarios con los que he hablado, también los profesores que sentían desesperación de cómo sus alumnos podían resentirse de sus estudios por este periodo suspendido. De mujeres mayores que son tan fuertes y animosas a pesar de todo, de hombres con profesiones brillantes se encontraban cuidando de su familia casi por primera vez. Destacar una sería desperdiciar todas las demás. Podría decir que de las más de dos mil llamadas, he aprendido al menos unas 1.998 lecciones de vida.

- Ha declarado que esta experiencia le ha hecho sentirse mejor persona.

-Esa fue la reacción primera que tuve. Al escuchar la realidad de la gente pasé a hacer la comparativa con mi propia vida. Yo ya sé que mi vida tiene ciertos elementos que son muy buenos, que tengo una vida bastante armoniosa, según lo que yo entiendo por armonía vital. No me considero una persona arrogante, tampoco soy el ejemplo de la modestia, pero esto te hace poner los pies en el suelo. Escuchas a una mujer que te está contando una historia y piensas: "Bueno, yo trabajo mucho, pero esta mujer trabaja probablemente más y con menos aplausos de los que yo recibo".

-Sorprendía verle en los vídeos que compartía siempre con una sonrisa y transmitiendo calma, ¿se tuvo que preparar mentalmente o realmente es tan serena?

-Yo soy así. Probablemente es porque las llamadas que he subido a Instagram son las que tienen una cierta esperanza, que pueden resultar ejemplares. Supongo que la sonrisa en esos casos era una expresión natural.

-Ha sonreído, ¿también ha llorado con otras historias?

-Sí.

-¿Ha podido dormir todas las noches después de testimonios tan duros?

-No. Algunas noches me despertaba con algunas historias.

- Cuál es la peor de las emociones negativas con las que se ha topado: miedo, soledad, ansiedad, desesperanza...?

-Lo peor es cuando alguien está enfermo y desesperado.

-Solo ha cantado una vez, a un señor gallego de 92 años, y eso que la gente pedía oírle cantar, ¿por qué se ha resistido?

-Si cantaba no podía hablar y se trataba de hacer el mayor número de llamadas posible. Soy cantante, no me puedo quitar ese vestido, pero la que llamaba era una mujer para preguntar a otra persona cómo estaba, cómo podía ayudarle y darle consuelo.

-¿A qué se dedica ahora de seis a ocho de la tarde?

-Me estoy dedicando a mí, a lo que estaba haciendo antes del confinamiento

-Se dice que esta pandemia servirá a muchos para saber diferenciar lo esencial y lo prescindible, ¿Es su caso o ya lo sabía antes por sus experiencias vividas?

-Creo que sé lo que es esencial en mi vida. A estas alturas, si con la vida que he vivido hasta el momento, no he aprendido lecciones importantes, es que soy idiota. Y yo no me considero una persona idiota. No solo por mi personalidad, sino por el trabajo que hago, estoy habituada a analizarme, entonces sé, en un porcentaje alto, las cosas que son importantes en mi vida y aquellas que no lo son. Todo ello me dio ciertas herramientas para poderle hablarle a la gente desconocida con un criterio obviamente personal. Lo he hecho desde el corazón y porque forma parte de mi educación enseñar lo que sabes. Puedo tener defectos e incluso vicios, pero también valores queme permiten tener una relación con el otro de tú a tú, que es lo que he hecho.

-¿Esta experiencia le ha valido para descubrir algo en usted que desconociera?

-No. He vivido más para los otros que para mí misma. En estos dos meses no leí. No tenía capacidad de concentración para leer. Un amigo escritor me dijo que yo ya estaba leyendo la vida de otra personas, otros libros que me estaban contando las personas con las que iba hablando. No he tenido tiempo para mí porque no solo eran las dos horas que me dedicaba a hacer llamadas, era revisar, ver que no has repetido llamadas y preparar las siguientes. Poco tiempo he tenido para reflexionar. Estoy en ese momento de asimilar lo que he vivido.

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