Rosa María Sardá encarnó a muchas madres fuera de lo convencional, la mayoría de las veces eran un poquito terribles. Ahí está la "Madre Coraje" de Brecht, Bernarda Alba o las de "Airbag" u "Ocho apellidos catalanes''. En la vida real fue madre del actor y director Pol Mainat, fruto de su relación con Josep Maria Mainat, de la Trinca. Pero mucho antes le tocó ser la madre de sus cuatro hermanos -entre ellos el periodista Javier Sardá- bastante más jóvenes que ella, cuando a los veintipocos años se quedó huérfana de madre. Joan, el más pequeño, murió de sida y en una reciente entrevista que le hizo Jordi Évole en abril vía telemática en la que ya era apreciable el avance de la enfermedad, estableció una comparación entre el coronavirus y el VHI en su vertiente social: "El coronavirus puede pillarlo hasta un creyente, una persona decente, pero el sida era de gente marginal y degenerada. La gente rehuía a los enfermos. Fue horroroso lo que se hizo con ellos, fue vergonzoso".

No fue a la universidad, tampoco le hizo falta, porque su curiosidad la impulsaba como omnívora lectora y su formación como actriz también se desarrolló como autodidacta. Sumó casi cien películas.

El mundo de la cultura lloró su muerte: Antonio Banderas, Andreu Buenafuente, Jordi Évole o Maruja Torres evocaron a la mejor presentadora de la gala de los "Goya" en tres ediciones (1994, 1999 y 2002) que mostraron su energía, talento y dominio del escenario. La audiencia lo premió. Y la añoró después.