“The crown”: Carlos y Diana en la Inglaterra de Thatcher

“The crown”: Carlos y Diana en la Inglaterra de Thatcher

“The crown”: Carlos y Diana en la Inglaterra de Thatcher

Salvo, quizás, esa primera temporada en forma de relato iniciático, la serie “The crown” no se ha limitado nunca a contar la historia de Isabel II. Su análisis de las tensiones entre vida pública y privada se ha extendido a personajes en principio secundarios que, a menudo, han robado focos a la reina: recordemos los fascinantes affaires de la Margarita de Vanessa Kirby en la segunda y la posibilidad de empatizar con Carlos, un excelente Josh O’Connor, que se nos ofreció en la tercera.

En la cuarta, que llega hoy a Netflix, los focos se los queda una joven Diana de Gales (sorprendente novata Emma Corrin), aunque Margaret Thatcher (Gillian Anderson) también roba miradas. El equipo de guionistas liderado por Peter Morgan nos introduce en una época especialmente convulsa para la corona e increíblemente atractiva para el espectador: unos años, los últimos 70, y sobre todo, los 80, cargados de glamur, corazones rotos o escándalos secretos. El glamur, solo para unos escogidos. Por culpa de la política de recortes de Thatcher, el desempleo alcanzó en poco tiempo cifras históricas, algo que en la serie no es mero trasfondo.

De adolescente a princesa.

“The crown”, temporada cuatro, ya empieza a conocerse como “El show de Diana y Carlos”, no sin razón. Había expectación por saber cómo se abordaría esta compleja historia de amor, desamor y lealtades; en particular, sus inicios, que ninguna otra serie o película había abordado con gran delicadeza de matiz. Morgan y asociados, ellos sí, abordan en toda su complejidad la transición de Diana Spencer de adolescente a princesa real, o sus rifirrafes con un marido enamorado de otra mujer, Camilla Parker Bowles (Emerald Fennell), pero, por qué no, encariñado también con su esposa.

Después de la buena impresión causada en la tercera temporada, Carlos no podía ser un energúmeno completo en la cuarta: guionistas y actores han decidido retratarlo como alguien que, durante un cierto tiempo, amó a Diana y fue correspondido. Los momentos de felicidad se acumulan en el sexto episodio, dedicado al viaje real a Australia de 1983, primero que hicieron ya con el bebé Guillermo a cuestas.

La dicha no dura demasiado, arruinada por las infidelidades de Carlos y, después, Diana, una mujer abocada aquí a la bulimia tras saber que su marido ama a otra. Carlos no lleva bien que las cámaras quieran tanto a Diana, ni que a Diana le guste la atención. Cuando esta le regala, por su 37º cumpleaños, un baile a ritmo del “Uptown girl” de Billy Joel en la mismísima Royal Opera House, sonríe con dificultad y aplaude a la fuerza. Se avecinan tiempos de tormenta.

Pero en esta temporada se dedica también considerable metraje a Margaret Thatcher, la primera mujer, recordemos, en ocupar la jefatura de gobierno del Reino Unido, pero nada parecido a una heroína feminista: ninguna mujer entre los 22 miembros de su primer Gabinete. Pero ni la serie ni Gillian Anderson se prestan a la caricatura destructiva, prefiriendo, en cambio, capturarla a Thatcher en su complicada humanidad.

Tampoco se trata, como en la discutible “La dama de hierro”, de repasar sus grandes éxitos sin prestar gran atención al coste humano de sus decisiones. Uno de los mejores episodios de la temporada, “Fagan”, es un retrato a ritmo pospunk (“The Cure”, “Joy Division”) del mítico Michael Fagan (Tom Brooke), el decorador en paro que en 1982 se coló en el palacio de Buckingham e irrumpió en la habitación de la reina (Olivia Colman) para hablar con ella. La serie trata de responder a la pregunta: ¿cómo fue esa conversación de diez minutos? Se habló, sobre todo, de paro, y del sinsentido de gastar el dinero en una guerra innecesaria, la de las Malvinas, uno de los relativos hits de Thatcher.

Dos temporadas más .

Abandonen la práctica del atracón y saboreen estos diez episodios, porque queda poca “The crown”: solo dos temporadas más, en las que, como viene siendo tradición, cambiarán de nuevo los rostros de los actores principales. Habrá que esperar dos años (como entre la segunda y tercera temporadas) para ver a Imelda Staunton como la reina, Jonathan Pryce como el duque de Edimburgo, Lesley Manville como Margarita y Elizabeth Debicki como Diana.

La quinta temporada iba a ser la última, pero Morgan cambió de opinión y a principios de julio anunció que habría una sexta para «cubrir el mismo período con mayor detalle». La acción no llegará hasta el presente, sino que se detendrá a principios de los dosmiles. Es decir, adiós al sueño de ver a Meghan Markle en el papel de ella misma.