Pietro Costante Cardini (San Pietro di Callalta, 1922) vio la luz cerca de Venecia en una familia de campesinos pobres que emigraron a Saint Étienne (Francia) cuando tenía 2 años. Ayer murió a los 98 años en el Hospital Americano de Neuilly-sur-Seine, donde nacen y dejan este mundo las gentes más chic de París. Cardin forjó una leyenda y fue el último resistente de la costura francesa del siglo XX; no en vano, la puso patas arriba, le dio mil vueltas.

El niño Pietro también giró sobre sí mismo para encarnarse en Monsieur Cardin, la mente aventurera y futurista de la moda del siglo XX, el hombre que huyendo de toda modestia, de la falsa y de la real, se proclamaba como “el mayor éxito que conozco”.

“Soy un hijo de la periferia, me he convertido en Pierre Cardin”, decía el genio franco-italiano, formado como arquitecto, apasionado por el Art Nouveau, fetichista hasta el punto de comprar el edificio del restaurante Maxim’s en 1981, donde albergó su grandiosa colección reunida a lo largo de seis décadas.

El modista, rechazado por Balenciaga, afrenta que nunca olvidó, cuya obra se expone actualmente el Museo de Artes de Boston, el Museo de la Ciudad de Nueva York y en el Röshssha de Gotemburgo (Suecia), deja para la posteridad el estilo que bautizó como Demi-couture, ni alta ni baja, todo lo contrario, porque así de contradictorio y disidente era el “couturier”, sin reparos en plasmar su nombre en perfumes, ropa blanca, paraguas, objetos de porcelana, aguas y comida en lata.

Pierre Cardin, en una imagen reciente. | Alexander Natruskin

Le llovieron las críticas, le daba igual. “Quiero crear ropa que vista a la duquesa de Windsor y a los conserjes”, fue la máxima que rigió su vida, esa y la de ganar dinero con la moda.

En 1945 se trasladó a París para estudiar. La aguja pudo más. Trabajó en las casas más importantes de la época: Jeanne Paquin y Elsa Schiaparelli. Jean Cocteau y al artista Christian Bérard lo contrataron para diseñar el vestuario de la película “La Bella y la Bestia”. Al año siguiente le ficharía Dior, al que Cardin consideraba la persona más elegante del mundo.

Vestido burbuja

En 1950 abrió un atelier en el 10 de la Rue Richepanse. Tres años más tarde debutó en la Alta Costura con el legendario “Vestido burbuja”. En los sesenta fue el primero en crear aquella exquisita ropa para nieve que reinó en las estaciones europeas, cruzó el Atlántico y revolucionó la estética del esquí femenino y masculino.

Además de inventar la técnica de corte tridimensional, Cardin lanzó en 1959 la primera colección de prêt-à-porter para los almacenes Printemps. Las españolas pudientes se morían por aquellos trajes que compraban en Biarritz. En 1968 popularizó el vestido “Cardine”, de relieve piramidal, gracias a Lauren Bacall. Cardin ganó 3 veces el Dedal de Oro de Cartier, poseyó hoteles, fomentó la cultura, el arte y el teatro. Llegó a ser el único diseñador en la Academia de Bellas Artes de Francia. “Sé coser, patronar, cortar y hacer un ojal”, decía el maestro, que adoraba a Courrèges y diseñaba en la cama con su inseparable lapicero.