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“¿La Beyoncé española? No, yo soy Nía”

La cantante ganadora de “OT” participará en “Érase una vez...”, la primera serie española musical de Netflix

Nía Correira

Su risa contagiosa irrumpe ya en la primera frase que pronuncia a través del teléfono y una puede imaginar cómo se descubren las paletas separadas de sus dientes que le dan un toque de niña traviesa a su rostro felino. La ganadora de la edición 2020 de “OT”, Nía Correia (Gran Canaria, 1994), publicaba hace poco su segundo single, “Malayerba”, y el pasado viernes la balada “Cúrame”, junto con Blas Cantó. Además, participará en la primera serie española musical de Netflix, “Érase una vez... Pero ya no”, con Sebastián Yatra. Eso de la maldición del ganador de “OT” no va con ella.

“ ‘Malayerba’ habla de una persona que ha jugado contigo. Es un ‘basta ya’, con empoderamiento y amor propio, no desde la rabia”, explica. “Hay salsa, cumbia, un beat de reguetón... Es una fusión de latino clásico, que a mí me gusta mucho, con algo que suene un poco más moderno. Podría ser más comercial, pero no sería yo”. En cambio, en la preciosa balada que interpreta con Cantó, vemos a una Nía en otro registro. Y emociona. El videoclip, con una puesta en escena austera, contrasta con el de “Malayerba”, en el que no falta una de esas coreografías con las que triunfó en “OT”: “El baile es mi manera de expresarme también”, asegura la joven. Su arte sobre el escenario le valió en el “talent” de TVE el apodo de “La Beyoncé española”, etiqueta de la que quiere desprenderse. “¿La Beyoncé española? Es maravilloso que me comparen con ella, pero yo soy Nía. Y a mí me gusta la música latina”, insiste.

Un estilo, ese, que ya mostró en “Ocho maravillas”, el single que compuso en la Academia, en el que habla de algo de lo que se siente orgullosa, de su tierra, Gran Canaria, que vive una gran tragedia humanitaria. “Con el covid está creciendo la tasa del paro y muchas familias necesitan ayuda. Y encima nosotros debemos colaborar. El Gobierno debería hace algo más”, lamenta mientras recuerda lo que lloró al ver la imagen de la madre que perdió a su bebé en la patera.

A la joven, en cambio, la fortuna le sonreía en junio, cuando se alzó como ganadora de “OT”. Aparte de embolsarse 100.000 euros, le ha supuesto mucho. “Un reto personal superado y otro que está por venir: una carrera en solitario, un proyecto y con una discográfica como Sony apoyándome”. Desde que se plantó en el escenario del “talent”, todos la vieron ganadora y actuación tras actuación (“Round the world (Girls)”, “Human”...) no hacía más que confirmarlo. Todos lo sabían menos ella. “Es que tengo mucha autoexigencia”, admite.

No obstante, cuando les mandaron a casa a confinarse, vio que con 26 años se esfumaba su última oportunidad. “Soy joven, lo sé, pero la industria musical se mueve tan rápido y hay gente tan buena con 18... Era ahora o nunca. Fue duro”. Por eso, al regresar a la Academia, su grado de concentración era el de una deportista de élite dispuesta a alcanzar el gran récord. “Cuando tengo una meta, me lo tomo muy en serio. Pero una amiga dice que tengo una flor en el culo”, confiesa entre carcajadas.

A su talento le acompaña un físico espectacular: “Soy realista. Sé que soy una tía que entra en el canon de belleza establecido, pero es un pro y un contra”. E insiste en que también es resultado del esfuerzo: “Tengo este físico porque me lo curro. Entreno no solo para verme monísima, que también, sino para cantar y bailar”, dice.

La gente se fijó en el color de su piel en los dos primeros programas. Luego pasó a ser una característica más, como los ojos azules de su compañera Eva o el lunar de Anaju. Ella no es diferente, ni quiere ser referente de nada. “Un periodista me dijo cómo me sentía al ser el referente negro del ‘talent’. ¿Referente por ser negra?”, se queja. No obstante, no le importa si una minoría se sienta identificada. “Estoy muy orgullosa de ser negra, y si hay niñas negras que al verme no se sienten menos, genial. Me niego a ser un referente por ser negra en un programa de blancos”. Eso sí, aporta su granito de arena en el delicado asunto de la ablación de las niñas africanas, tras abrirle los ojos Beatriz Luengo en la Academia con su libro. “Algo se removió en mí. Y lo primero que hice al salir fue ponerme en contacto con una ONG que desde España ayuda a erradicarla”.

Aunque los retos no le asustan, no quiere ni oír hablar de Eurovisión. No obstante, está abierta a proyectos de todo tipo. “Soy artista. Me parece estupendo ponerme delante de un foco para unas fotos publicitarias o hacer algo más de actriz. Lo que venga, bienvenido sea”, afirma. Seguro que esa serie de Netflix no aparecía ni en el mejor de sus sueños.

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