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Pilar Palomero, en el patio del colegio

La directora zaragozana se consagra con su ópera prima, “Las niñas”, gran sensación en la noche de los “Goya” con cuatro galardones

Pilar Palomero, eufórica después de uno de los cuatro premios “Goya” que conquistó su película “Las niñas”.

Carla Simón, Arantxa Echevarría, Belén Funes y, ahora, Pilar Palomero. El “Goya” a la mejor dirección novel lleva cuatro años teniendo nombre de mujer. Parece como si unas fueran pasando el testigo a las otras en una cadena invisible de sororidad entre esta nueva generación que está removiendo los cimientos de la industria del cine reivindicando un lugar que hasta el momento les había sido negado.

Además del “Goya” a la mejor dirección novel, Pilar Palomero (Zaragoza, 1980) también consiguió el premio al mejor guion original y a la mejor película. Es la primera mujer que, con su primera película, se alza con este galardón. Y de paso, también ha conseguido otro hito, que su directora de fotografía, Daniela Cajías, sea también la primera mujer en la historia de la Academia que recibe este reconocimiento. “Para mí, el de Daniela es el logro más importante”, afirma la directora.

La del sábado fue una noche mágica para Pilar. Estuvo con buena parte de su equipo en el hotel Seventy de Barcelona, donde organizaron un set para la retransmisión. “Casi no me enteré de la gala, todo pasaba muy rápido y solo la podíamos ver en la pantalla del ordenador a cierta distancia, y como encima soy miope...”. Lo que podría haberse convertido en un entorno impersonal, se transformó en una burbuja de euforia y felicidad. Y esa energía, ese agradecimiento, se coló por nuestras pantallas. Ahora Palomero se encuentra preparando su segundo largometraje, que tiene como título provisional “La maternal” y que girará en torno a las adolescentes que se quedan embarazadas y son madres y que, en cierto modo, recogerá el testigo de “Las niñas”.

Las niñas, precisamente, es una historia de mujeres en la que no salen hombres. La perspectiva es enteramente femenina. Por una parte, tenemos el punto de vista de la pequeña Celia (Andrea Fandós), y por otro, el de su madre (Natalia de Molina), que ha tenido que sacarla adelante sola en una España, la de los noventa, en la que se mantienen los valores reaccionarios. Palomero reconoce que ella misma “se ha proyectado” en el personaje de Celia. Estudió en el colegio de las Escolapias en Zaragoza desde los 4 hasta los 14 años. “Por eso, al recibir el galardón al mejor guion, agradecí a mis compañeras de clase las aportaciones que habían hecho para recrear la atmósfera de aquella época”, en la que comenzaban a dejar atrás la niñez mientras las monjas les daban clases de sexualidad.

Al principio Palomero escribía cuentos. Lo hacía medio en secreto, hasta que se apuntó a un curso de guion que impartía Bigas Lunas. Ingresó en la ECAM en 2003 y se licenció en la especialidad de Fotografía. La crisis económica de 2008 la empujó a trabajar en prácticamente todos los departamentos: operadora de cámara, script, asistente, montadora...

2013 se convertiría en su año de epifanía. Fue elegida para formar parte de un proyecto educativo en Sarajevo impartido por el gran cineasta húngaro Béla Tarr. El maestro le enseñó a ser ella misma, a encontrar su voz propia. No importa el virtuosismo si una película no tiene alma. Y eso fue lo que se llevó de aquella experiencia reveladora que duró aproximadamente tres años.

Regresó a España y comenzó a rodar cortos. Conoció a Válerie Delpierre, al frente de Inicia Films, y le contó una idea que tenía sobre la educación que habían recibido las mujeres de su generación. Fue el germen de un proyecto que se fue cocinando a lo largo de cuatro años en los que recibió muchos noes. Pero también contó con un gran aliado, Álex Lafuente, que, además de ser uno de los socios de la distribuidora Bteam, también había empezado a producir (“La novia”, “Entre dos aguas” y... “La hija de un ladrón”). Todos remaron juntos a pesar de las dificultades, porque al principio nadie se involucraba en la financiación. Hasta que por fin las cosas comenzaron a cambiar a base de paciencia y tesón.

Banderas: “Decidles que estabais en el cine”

“Y si vuestras madres, vuestros hijos, vuestros maridos o esposas se preocupan porque no llegasteis a cenar o llegasteis tarde a casa, decidles la verdad. Decidles que estabais en el cine”. Había que tener el corazón de piedra para no conmoverse con las palabras finales de Antonio Banderas en la gala de la 35.ª edición de los “Goya”. Fue, seguramente, el mejor modo posible de terminar una velada cargada de extraña emoción, como de cierta irrealidad distópica, solemne, sin público en la platea del Soho Teatro Caixabank de Málaga y con los premiados conectados virtualmente vía Zoom desde sus casas. Aun así, y a pesar de la frialdad tecnológica, la gala rebosó calidez, cercanía y humanidad en su entusiasta reivindicación de la capacidad sanadora del cine. Eso, y mucho más, consiguió Banderas en su magnífico papel de guionista, director y maestro de ceremonias de una gala que, lastrada por las restricciones de la pandemia y la difícil situación del sector, invitaba de entrada al desaliento.

“Durante estos meses largos de pandemia no he dejado de preguntarme cuál era mi papel, y el del cine, frente a los acontecimientos que nos venían encima como un tsunami”, reflexionó Banderas. Quizá su papel era este y no otro: ofrecer una gala modélica, extrañamente ágil, respetuosa con los ausentes y, al mismo tiempo, empeñada en proyectar luz e ilusión a una industria al filo del abismo. Hasta las intervenciones de los premiados vía Zoom fueron más breves, refrescantes y espontáneas, lo que compensó la severa falta de humor de la velada.

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