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Miguel Bosé | Cantante, acaba de publicar sus memorias

“Sobreviví a un dios y a la mujer más bella del mundo”

“Perdí la virginidad con Amanda Lear en casa de Dalí y lo recuerdo con cariño”

Miguel Bosé.

Miguel Bosé ha desconfinado su infancia y su adolescencia en un libro, “El hijo del Capitán Trueno” (Espasa). Y no compone un retrato almibarado precisamente. Habla de la decepción de su padre, el torero Luis Miguel Dominguín –”Yo era un pusilánime que le sacaba de quicio”–, del fondo y la forma de la ruptura del matrimonio con Lucía Bosé, de la posterior penuria económica, de la relación con Picasso y la pérdida de la virginidad. Una porción de intimidad que, a la hora de profundizar, le incomoda de verdad.

–¿Tocaba una salida de todos los armarios posibles?

–El momento te elige, no lo buscas tú. Por mucho que me senté en el pasado a intentarlo, no pudo ser.

–¿Por pudor?

–Porque las historias tienen que fluir.

–¿Se ha liberado de un peso?

–Es un gesto generoso más que una terapia. Cuento la historia de Miguelito, un niño y adolescente del que no teníais noticias porque la atención mediática estaba puesta en dos dioses. Es un recuerdo bello, sin rencores, sin suciedad.

–En la relación con su padre sucedieron cosas que hoy calificaríamos de maltrato.

–A ver, si quiere que nos entendamos, ponga las palabras justas y no intente hacer amarillismo.

–No lo pretendo. Se lo llevó de safari con 10 años porque temía que “saliera maricón”.

–No hubo violencia. No hubo maltrato. ¡Por el amor de Dios!

–No le dio quinina, enfermó de paludismo y le obligó a seguir.

–Había mucho desentendimiento porque yo no respondía a las expectativas de ser como él: cazador, pescador, bruto, machote. Se encontró con un hijo que tenía una línea de sangre más lombarda, más sensible. Con el tiempo, se dio cuenta de que aquel hijo que quería reformar había crecido y volado sin jamás pedirle nada. Eso fue lo que lo dignificó.

–¿Picasso fue el padre que no tenía?

–Fue el abuelo. Pablo me hacía sentir importante. Yo no recibía atención de nadie, y él me la daba. Cuando en los veranos hablábamos, por ejemplo de arte, siempre me preguntaba: “¿Y para ti qué es?”. Le interesaba mi opinión, todo lo que le decía le parecía fascinante. Él no recordaba haber sido niño tal vez nunca.

–Nadie recuerda que Lucía Bosé y sus hijos pasaran estrecheces.

–En aquella España muchas familias tenían que mantener las apariencias. Si habías tenido y dejabas de tener, había que fingir. Nosotros, tras la separación, estuvimos en esa situación. Y yo no tenía suficiente malicia para caminar en la cuerda floja entre la verdad y la mentira. Fue horriblemente desagradable.

–¿Todo eso dejó huella?

–¡Claro! Capa tras capa, de forma geológica, todo moldeó mi personalidad. Pero era más importante sobrevivir a las figuras de un dios en la España del régimen y de la mujer más bella del mundo, la novia de Italia, con un carácter de tigresa. Lo primero era no dejarse ahogar por esas personalidades.

–¿Lo logró, no ahogarse?

–Dígamelo usted.

–Emocionalmente me refiero.

–Aquello ha sido apaciguado. Las cosas pasan –arrasando con toda la fuerza– y, cuando les das la espalda y se alejan, les dices: “Que os vaya bien, bonitos”. Ya no tengo sangre para seguir arrastrando problemas. Lo único que quiero es simplificar.

–¿Y explicar que perdió la virginidad con Amanda Lear en casa de Dalí?

–(Ríe) Lo recuerdo con cariño.

–Cuente.

–No voy a contar más de lo que está escrito.

–¿Tampoco de Helmut Berger, el amante de Luchino Visconti, su primer amor?

–Mi primer amor fue una niña llamada Bárbara Blasco. Íbamos de la mano por las comuniones diciendo que éramos novios.

–Le pregunto por el amor carnal.

–Sucedió de forma bonita. Si no cuento más es porque no debo.

–En todo caso, es la primera vez que pone negro sobre blanco su orientación sexual.

–Me han dicho que en Cataluña hay tormenta, ¿es cierto?

–Regate. ¿El libro tendrá un efecto reparador de un año cargado de polémica?

–No sé a qué se refiere.

–Al negacionismo del covid, a la batalla judicial con su expareja...

–Que cada uno interprete el libro como quiera. Cuando las cosas salen de uno ya no le pertenecen a uno.

o ya no le pertenecen a uno.

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